Se encuentra en Medellín y es un lugar en el cual los órganos que han sido donados están guardados en congeladores numerados para su investigación.
Este neurobanco, el más grande de Latinoamérica, alberga más de 300 cerebros en estudio y ha aportado al descubrimiento de tratamientos y procedimientos para enfermedades degenerativas como alzhéimer y párkinson.
“El neurobanco nació hace ya 25 años, para poder hacer el diagnóstico de enfermedad de alzhéimer en una persona que tenía enfermedad de alzhéimer familiar, dentro de un proyecto de investigación con la Universidad de Harvard”, explicó Andrés Villegas, coordinador del neurobanco.
El uso de tejido cerebral humano ha llevado a descubrimientos importantes, que ahora se usan para prevenir, diagnosticar y tratar trastornos neurológicos.
“Es de vital importancia las donaciones de cerebro, tanto de personas afectadas como de personas sanas, porque eso va a ayudar a entender mejor las enfermedades degenerativas y poder proponer a futuro terapias que ayuden a prevenir o retrasar el inicio de estas enfermedades”, señaló David Aguillón, médico del neurobanco.
El método del banco de cerebros permite que uno solo de estos pueda aportar a cientos de estudios científicos.
“Tenemos colaboración con varias universidades en Estados Unidos, una colaboración de hace varios años con Alemania, Inglaterra, la red de bancos de Latinoamérica con Argentina, México, Brasil y República Dominicana”, agregó Villegas.
Un equipo interdisciplinario es el responsable de acompañar a las familias en todo este proceso y de garantizarles información permanente de cada caso.
“Con microbiólogos, otros médicos, que logran potenciar todo el trabajo del neurobanco”, señalo Aguillón.
El banco de cerebros es un espacio fundamental para encontrar soluciones que hagan más saludables a las próximas generaciones.
“Cuando una persona fallece y sus familiares donan el cerebro, se hace una reserva absoluta de la información de ese paciente. La información queda codificada y el ingreso a las bases de datos es restringida”, apuntó Villegas.
“La decisión desde un principio fue de mi mamá, mi mamá siempre quiso colaborar con el neurobanco desde que se enteró que podía donar el cerebro”, manifestó familiar de una donante.
“Las familias creo que han entendido que es importante dar vida, aunque no se haga trasplante”, expresó la psicóloga Lucía Madrigal.
Con el fin de comprender este enigmático órgano humano, así como los factores que desatan sus enfermedades, científicos de la Universidad de Antioquia seguirán perfeccionando técnicas que permitan una preservación del tejido más adecuada para hacer análisis genéticos y celulares, y así brindar más y mejores tratamientos.