El fandango se tomó las calles de Soplaviento, donde la gente recuerda con alegría al último juglar de los Gaiteros de San Jacinto.
En la casa de Catalino Parra, donde permanecen sus restos en cámara ardiente, no han dejado de escucharse los cantos acompañados del sonido de la tambora, la gaita y el llamador.
“Él decía ‘mis hijas no me carguen luto, yo quiero que me bailen, yo quiero que me canten, yo quiero que el día de mi muerte sea un fandango', y aquí está”, dijo Elieth Parra, nieta del músico, en medio de la fiesta en la que se ha convertido su despedida y con la que Soplaviento deja claro que sus temas no desaparecerán de la historia de todo el país.
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