Roberto Moreno es uno de los mayores constructores de vivienda de Colombia. Además de haber implementado protocolos de bioseguridad, busca idear fórmulas para mantener el rumbo de su compañía.
Es el tercero de siete hermanos. Nació en estados unidos en 1956, pero creció en Bogotá. Su padre era el médico Bernardo Moreno Mejía, quien insistió para que sus hijos no estudiaran medicina.
Se formó en Ingeniería Industrial y Economía en la Universidad de la Florida y en 1980 regresó a Colombia. Ahí fue cuando entró en el negocio de la construcción.
“Hicimos una sociedad con Luis Alberto, mi hermano. Con Gustavo Canal hicimos una empresa con el hermano de él. Con ellos hicimos una compañía que se llamaba Ángulos Arquitectos e hicimos varias obras en la sabana en Bogotá”, cuenta Moreno.
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Pero la crisis de inicios de la década de 1980 lo obligó a regresar, una vez más, a Estados Unidos. Llegó a Andes Realty, una compañía en la que trabajaba junto con su madre y dos de sus hermanos vendiendo apartamentos a latinoamericanos en Fort Lauderdale y en Boca Ratón, Florida.
Moreno volvió a Colombia en 1992 y junto con Enrique Mazuera fundaron la que se convertiría más adelante en la constructora Amarilo.
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“Salimos a ventas con nuestro primer proyecto el 15 de febrero del año 1993”, subraya.
En 2004 la compañía pasó a llamarse Amarilo e inició el recorrido para no solo estructurar y gerenciar proyectos, sino para construirlos y venderlos.
Moreno recuerda cómo ha conseguido sobrevivir tantos años de altas y bajas.
“Nosotros desde el día uno estamos haciendo preventas. A finales de los noventa fue la crisis más dura. En los últimos 10 años hemos vendido de 6.000 a 8.000 viviendas todos los años y en el año 99 vendimos 200, de ese tamaño fue la caída”, manifiesta.
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El diversificarse ha llevado a Moreno a entrar a nuevos negocios, como el de los centros comerciales, que descubrió en la década de 1990, cuando reestructuró Pedro Gómez y compañía.
“Pedro Gómez funcionó en nuestras oficinas y después ya se acabó la crisis y él volvió y arrancó. Entonces yo trabajé con él, le tengo mucho aprecio y aprendí mucho de él”, agrega.
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“Hicimos Unicentro de occidente con Colsubsidio, hicimos Palatino en la 140 con Séptima. Después Amarilo hizo la ampliación de Centro Chía, hicimos el centro comercial Hayuelos, en la avenida ciudad de Cali, y el centro comercial Altavista en Usme”, señala Moreno.
Amarilo es socio de Spectrum, una empresa de la familia Herrera, de Guatemala, en el negocio de los centros comerciales de único dueño. La alianza edificó el centro comercial Fontanar en Chía, y Arcadia, en Medellín.
Sin embargo, la verdadera visión de Roberto Moreno ha estado en crear ciudades, dentro de las ciudades, con impacto social y respeto ambiental.
“Yo digo: Amarilo tiene que ser una compañía milenaria, y ¿cómo logro armar un equipo para que trascienden el tiempo? Hoy con gran orgullo digo que el equipo que tengo es capaz de trascender”, asegura.
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Con la coyuntura del coronavirus, Roberto Moreno no solamente ha implementado protocolos de bioseguridad en sus obras, sino que ha ideado una nueva estrategia de negocio en un momento sumamente retador para su compañía, que, incluso podría cambiar la forma de vender viviendas a través de tecnología.
"Hemos puesto a prueba nuestra capacidad de innovación, cumplir con los nuevos protocolos y mantenernos cerca de nuestros clientes para garantizar sostenibilidad de la compañía", resalta.