La persona que se ve mayormente afectada es quien no tomó la determinación, pues la abrupta decisión causa “bastante estrés”, así lo ha manifestado el profesor de neurobiología y director del Centro de Neuroimagen del Hospital Universitario de Groninga, Ger ter Horst.
mencionó Horst en un artículo de Vice.
Dado el incremento del ritmo cardíaco y de la adrenalina, es casi imposible conseguir que la comida pase por la garganta.
Además, se activa el sistema nervioso simpático, definido como el momento en que incrementa la frecuencia cardíaca. Se dilatan las pupilas y la frecuencia respiratoria, haciendo que los jugos digestivos se reduzcan y los vasos sanguíneos se estrechen.
Es tal el estado en que entra el cuerpo que comer se vuelve una tarea de "poco interés". Además, en medio del episodio de tristeza, la digestión se ralentiza.
Según una investigación realizada en Países Bajos y liderada por Horst, los altos niveles de adrenalina y estrés también provocan problemas para dormir y dolores de estómago.
La ‘lipotusa’ no dura por siempre, pues con el paso del tiempo las áreas del cerebro asociadas con las emociones y el dolor pueden llegar a influenciar la forma como se come, prefiriendo así consumir productos más grasosos y dulces de lo usual, pues estos ayudan a reducir la oxitocina que se produce ante la ruptura.
Horst argumenta que los hombres y las mujeres procesan la angustia de maneras diferentes. A pesar de que aún no se conoce el porqué, el profesor dice que “el cerebro femenino tiene una forma diferente de lidiar con el estrés en comparación con el cerebro masculino”.
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