Jackie Kunzelman, una estudiante de medicina, estaba a pocas semanas de convertirse en madre cuando su doctor le informó que debían adelantar el parto por preeclampsia, una complicación en el embarazo.
Justo ese día en el que le informaron que debían adelantar el parto, ella planeaba hacer una sesión de fotos para recordar el embarazo.
Tras la noticia del parto, su mamá la llamó y le informó que el vestido que había pedido para la sesión de fotos acababa de llegar.
Para que su ánimo mejorara, su mamá le propuso que tomaran las fotografías un par de horas antes del parto.
Jackie aceptó y su mamá, hermana y sobrina se apresuraron para arreglarle el cabello, maquillarla y pintarle las uñas.
Esta futura mamá y su esposo llegaron al hospital de Scottsdale, en Arizona, con su vestido rosado. Allí también estuvo su fotógrafa de confianza, su hermana.
Tuvieron que improvisar los elementos que utilizarían en la sesión, pues no informaron a ningún médico de que harían las fotografías, así que solo tendrían 10 minutos hasta que algún monitor empezara a sonar.
Una enfermera entró a la habitación cuando Jackie aún estaba de pie en la cama. Aunque la embarazada esperaba un regaño, la profesional le ayudó a que terminara su sesión de fotos.
Jackie se bajó de la cama y fue conectada a los monitores para esperar el momento de la cesárea.
Al día siguiente nació el bebé Rocky. A pesar de que fue prematuro, no fue necesario conectarlo a una bala de oxígeno ni ingresarlo a una incubadora.
Haga clic aquí: