Maya Merhi, de 8 años, sufre una malformación congénita heredada de su padre. Gracias a un ortopedista caminó por primera vez.
Las fotos de la pequeña en un campamento de desplazados en Siria dieron la vuelta al mundo en junio, en un contexto de devastador conflicto en Siria, un país que la pequeña solo ha conocido en guerra.
En las imágenes, difundidas entre otros por la AFP, se la veía avanzando a ras del suelo con ayuda de unas prótesis fabricadas por su padre con latas de conserva y tubos de plástico.
Debido al desgaste, sustituía las latas una vez a la semana y el plástico, una vez al mes.
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El efecto provocado por las imágenes llevó a la Media Luna Roja turca a evacuar a Maya y a su padre a Estambul, donde un médico ortopédico que había visto un video en redes sociales asumió el coste de las prótesis.
Después de unos cinco meses en Turquía para recibir cuidados y aprender a utilizar las prótesis, Maya Merhi regresó el sábado al campamento de Serjilla, por el que ahora recorre sus rocosos caminos con unos zapatos rosas, a juego con su suéter.
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"Estaba tan feliz cuando la vi caminar", dice su padre, Mohamed Merhi, sentado en su improvisada tienda de campaña.
"Toda la familia y nuestros allegados estaban felices", añade el treintañero con voz suave junto a su hija, que sonríe con timidez y opina cuando él le pregunta si está contenta.
El padre de Maya también obtuvo unas prótesis, pero reconoce que aún le cuesta usarlas.
Padre e hija, originarios de la región de Alepo, tuvieron que desplazarse a la provincia rebelde de Idlib cuando los combates de la guerra civil siria empezaron a causar estragos alrededor de su hogar.
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Sentada en su tienda, sobre un colchón depositado en el suelo, la pequeña retira y vuelve a ponerse sus piernas artificiales, mostrando una estructura de plástico decorada con la bandera turca.
"Al principio le resultaba difícil acostumbrarse, caminaba sobre latas de conserva y de repente se vio en lo alto de las nuevas prótesis", cuenta su tío Husein Merhi, que los acompañó durante su viaje a Turquía. "Se caía, como un niño pequeño cuando aprende a andar", recuerda.
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Ahora, a veces con la ayuda de muletas, Maya puede jugar con los otros niños y participa con alegría en los bailes.