Tyler Dyvig, un joven de 24 años que reside en Nueva York, Estados Unidos, quiere concientizar sobre la importancia de no adquirir inyecciones en mercados ilegales.
Dyvig se acercó al mundo de los retoques estéticos cuando cumplió 15 años. En aquel entonces obtuvo su primera ronda de botox.
Poco tiempo después, recibió un aumento de pectorales, trasplante de cabello y aumento de bíceps.
A pesar de que en el pasado había tenido “excelentes” experiencias en los postoperatorios, tras haber recibido dosis de inyecciones para levantamiento de glúteos, creyó que moriría.
dijo Dyvig a NTK.
Le dijo a dos enfermeras que le inyectaran los líquidos y para cerrar las heridas que le quedaron le aplicaron pegamento de pestañas.
contó.
Luego, notó que su ritmo cardíaco estaba acelerado y que el pecho le dolía intensamente.
Tras ver que los síntomas no disminuían, fue llevado a urgencias y, al principio, le diagnosticaron taquicardia supraventricular, pero después le dijeron que tenía el síndrome de taquicardia ortostática postural, un trastorno autoinmune.
Dijo: “Debido a la toxina de la inyección de silicona, el sistema nervioso autónomo de mi cuerpo recibió un gran golpe”.
Desde que empezaron sus problemas cardíacos, afirma que tiene problemas para regular la presión arterial y suele estar mareado y cansado.
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