Lucy Aitkins, una joven estudiante en la Universidad de Birmingham, perdió 10 kilos en seis meses durante las cuarentenas por COVID-19 en 2021.
La joven de 22 años empezó a tener frecuentemente diarrea y vómito, lo cual creyó se debía a que solía “beber demasiado alcohol en las noches con sus amigos”.
Cada vez, sus dolores estomacales eran más “insoportables”, tanto así que empezaron a afectar su rendimiento académico, pero eso no evitó que siguiera disfrutando de algunos tragos en las noches.
En 2022, Aitkins no pudo levantarse de la cama, pues no contaba con la fuerza necesaria para caminar.
En Semana Santa buscó en Google sus síntomas y creyó que estaba padeciendo el síndrome de intestino irritable. En ese entonces, encontró que este podía “desarrollarse debido al estrés” y lo relacionó con el drama que estaba viviendo con el tema de buscar una pareja.
Se comunicó con sus padres y les contó que se sentía muy mal. De inmediato se dirigieron al centro educativo para recogerla y llevarla al médico. Allí creyeron que podía padecer cáncer de colón.
En esta se reveló que padecía de la enfermedad de Crohn, lo que le causaba inflamación en el sistema digestivo. Incluso, le informaron que su intestino estaba cerca de perforarse.
Ahora debe asistir cada dos meses al hospital para “recibir una infusión de medicamentos” y debe tomar suplementos diarios de hierro y calcio.
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