Louise Bice, una mamá de 34 años, presumía con gran orgullo el bello color de ojos azules de su bebé, Aretria. Muchos llegaron a felicitarlas por ese rasgo físico.
Para toda la familia de Aretria era extraño que la niña hubiera nacido con los ojos azules, pues nadie más poseía este color.
Pasaron seis meses desde el nacimiento de la menor y uno de sus ojos empezó a presentar secreciones. Incluso, de la nada, comenzaba a gritar del dolor cuando tenía contacto con la luz.
Ante las señales de alerta, los padres la llevaron a un centro médico para que le tomaran exámenes y estos arrojaron que la niña padecía glaucoma congénito bilateral.
Según el Instituto de Microcirugía Ocular, el glaucoma “engloba un grupo de patologías que provocan un daño progresivo en el nervio óptico”, lo cual, con el paso del tiempo, causa que los pacientes disminuyan su campo de visión. Incluso, si no se trata, puede llevar a la ceguera.
Aretria debió ser operada de emergencia en el Hospital Infantil de Birmingham, Inglaterra, para intentar aliviar la presión que estaba presentando en los ojos.
De acuerdo con el medio Mirror, lastimosamente, la cirugía no tuvo éxito y debieron ingresarla de nuevo al quirófano en el mes de agosto.
“Después de dos cirugías todavía no sabemos qué pasará. Si alguien hubiera dicho que era raro que tenía ojos grandes en lugar de lindos, podríamos haberlo revisado, pero ninguno de nosotros sabía que era una señal de alerta”, comentó esta preocupada madre.
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