A pesar de las amenazas de Donald Trump, el grupo que partió de San Pedro Sula, Honduras, se puso en marcha luego de seis días de paro.
Unos 5.000 centroamericanos salieron de Ciudad de México en su caravana migrante al amanecer de este sábado, reanudando su largo camino hacia Estados Unidos pese a la fatiga y enfermedades que muchos de ellos llevan a cuestas.
La caravana partió el 13 de octubre desde la hondureña San Pedro Sula y ha recorrido más de 1.500 km. En días posteriores se sumaron al menos otras dos caravanas, desafiando las amenazas del presidente estadounidense Donald Trump, quien las califica de "invasión" y ha ordenado la movilización de miles de soldados para reforzar su frontera con México e impedirles el paso.
Entre estornudos y tos, los migrantes recogieron el campamento en el que pernoctaron por seis noches en un parque deportivo del oriente de la capital.
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"Agarramos frío por dormir a la intemperie y por eso ahora andamos enfermos. Los niños han cogido piojos, no siempre alcanza el agua para bañarnos", dice a la AFP Adamari Correa, una guatemalteca que viaja con su hermana y sus sobrinos.
Con niños tomando biberón en brazos o carriolas y otros pequeños caminando en pijama, los fatigados centroamericanos se organizaron en una interminable fila para entrar por grupos al metro capitalino, que abrió sus puertas una hora antes para poder transportar a los migrantes hasta el vecino estado de México, desde donde emprenderán el camino, a pie, hasta Querétaro (norte).
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"¡No quiero caminar, mami!", exclamaba una pequeña envuelta en una cobija. Su madre hacía la fila con un colchón sobre la espalda y dos grandes bultos en cada mano.
Algunos llevaban un refrigerio en la mano que constaba de un pan, una fruta y un jugo.
Para llegar a los vagones correctos, los migrantes debieron sortear numerosos escalones, torniquetes y pasillos.
Un total de cinco trenes con unos 1.000 migrantes a bordo cada uno fueron despachados bajo resguardo de unos mil policías, según cálculos de las autoridades del metro.
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El viernes, un grupo de avanzada de unos 1.300 migrantes tomó el mismo rumbo, también pasando por el metro.
"Ya lleva uno esta cara por la fatigación (sic) de tanto caminar, mal comer y mal dormir. Vamos enfermos por los cambios de temperatura, pero determinados a llegar hasta la frontera (con EEUU) y más allá", dice Wilson Alexander Mejía, un jornalero de Honduras de 27 años que viaja solo.
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Rápidamente, la horda de migrantes inundó los costados del periférico, una amplia vía de alta velocidad que atraviesa la megaurbe y conduce a la carretera de salida hacia Querétaro.