El Estado Islámico decapitó “a mis tres hijos y mataron a tiros a mis tres nietos”, cuenta Niaz Bibi, de 70 años.
La anciana agrega que esos hombres “se llevaron las cabezas de mis hijos”.
Tras el asesinato de su familia quedó a cargo de 40 nietos que perdieron a sus padres y a quienes defiende con fiereza pese a su menguada fuerza.
“Siempre les pido a los vecinos y a las personas que donen algo de comida y ropa para alimentarlos. Tengo esta arma para proteger a mis nietos contra cualquier posible ataque”, sostiene.
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Inam Gul, uno de los menores que esta abuelita resguarda, cuenta que cuando su padre vivía “nos compraba todo, comida y ropa, pero después de que lo mataron no tenemos cómo sobrevivir”.
Y afirma que les repite a sus hermanos menores que su papá “fue martirizado y les digo, ‘prepárense, tenemos que vengarnos de quienes mataron a nuestro padre’”.
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La mujer vive en el este de Afganistán, en la provincia de Nangarhar, hogar de talibanes y una filial en crecimiento del grupo terrorista Estado Islámico.
La dolida abuela lamenta que desde que nació “ha habido constantes combates y caos en Afganistán, aún no vemos un solo día feliz, es como si toda la tristeza estuviera aquí”.