Antes de que el COVID-19 se convirtiera en una problemática de salud mundial, los científicos trabajaban en la búsqueda de vacunas contra otros coronavirus. Llegó la pandemia y la ciencia, al igual que todos, tuvo que hacer un alto en el camino.
Un ejemplo de esto es Javier Jaimes, quien dejó de lado la investigación sobre el MER y se ha dedicado 24 horas, siete días a la semana, a entender el virus SARS COV-2, el del COVID-19, para brindar soluciones y posibles medicamentos.
“Hemos hecho algunos avances en determinar cómo los coronavirus necesitan algunos componentes químicos, iones, para poder ingresar a la célula, calcio, y lo que estamos probando es medicamentos que tienen la capacidad de bloquear el calcio en ciertas etapas del proceso celular para tratar de impedir que el virus pueda causar infección”, explicó Jaimes, quien es investigador asociado del Cornell University, de Nueva York.
En este momento, en el mundo hay 128 prototipos vacunales para COVID- 19 siendo evaluados en laboratorios, y 13 adicionales en fase de evaluación clínica. De esos 13, uno está en fase 3 y 5 están en fase 2. Pero para saber la complejidad del desarrollo de una vacuna es necesario entender por qué fases debe pasar.
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“La fase 1 es básicamente para evaluar que la vacuna sea segura, que no cause ningún daño en el cuerpo, luego se inicia la fase dos para determinar si esta vacuna supera la fase inmune y luego comienza la fase 3, que es la que incluye mayor cantidad de población, en la cual se está evaluando si es eficaz y si es capaz de proteger al patógeno”, indicó el experto.
Al 25 de junio de 2020, la vacuna más avanzada para COVID-19 en periodo de evaluación clínica es la de la Universidad de Oxford, ubicada en fase 3 con pruebas en más de 10 mil pacientes y con el optimismo de comenzar a ser comercializada en diciembre.
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“Es una vacuna con base en un vector daño-virus, que es un mecanismo que se ha utilizado para otros tipos de vacunas. Lo interesante, lo importante, es saber si en la parte del virus que están poniendo sí hay respuesta inmunitaria, al parecer los resultados preliminares muestran que sí, que hay una buena respuesta. Ahora hay que evaluar cuánto va a durar esa respuesta y si es capaz de proteger contra la infección”, añadió Jaimes.
La demanda por la vacuna, una vez esté en el mercado, será muy grande. El reto será entonces aún mayor en la etapa post-vacuna.
“¿En dónde va a estar el éxito? Uno, en que el sistema de desarrollo se permita, se les permita a los países realmente producir su propia vacuna. También hay un factor muy importante que se está haciendo en este momento y es que estas empresas que se encuentran con los desarrollos vacunales más adelantados están iniciando la fase de producción ya mismo. ¿Qué quiere decir? que ellos están produciendo la vacuna. La idea de producirlas y de empezar a producir ya es que para el momento en el cual se tengan los resultados finales, inmediatamente se pueda iniciar la vacunación porque ya hay unidades disponibles”, aseguró.
Y si el éxito está en que cada país pueda producir su propia vacuna, ¿estará Colombia preparada para realizarlo?
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Esto responde Jaimes: “es muy difícil pretender que cada país haga su propia vacuna, pero sí es posible que cada país aporte a la obtención de una vacuna que a su vez le sirva a ese país y a los demás países del mundo. Lo mismo sucede con los medicamentos”.
El doctor Juan Manuel Anaya inició hace dos semanas en Colombia un ensayo clínico con plasma de pacientes recuperados de COVID-19 para tratar a aquellos que inicien con la sintomatología.
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Por eso, él mismo explica en qué consiste.
“Se trata de tomar el plasma de un paciente que se ha curado y ese plasma ofrecérselo mediante una transfusión a un paciente que está hospitalizado y que se puede beneficiar. Si esto llegase a funcionar, como parece que así es -de acuerdo a estudios que se han publicado recientemente- se convertiría en el tratamiento más efectivo e inmediato para una enfermedad para la cual hasta ahora no hay ningún tratamiento eficaz”, recordó Anaya.
La semana pasada el Reino Unido le comunicó al mundo la posibilidad de que la dexametazona sea un tratamiento eficaz para pacientes graves. Una posible luz verde, pero ¿qué pasa con todos los medicamentos que se han evaluado hasta ahora y que no han dado resultado, o que sus investigaciones se han parado?
“Esos medicamentos no están dirigidos realmente contra el virus o contra infecciones, sino que están alterando o actuando sobre manifestaciones típicas o sobre efectos patológicos que está haciendo el virus en el cuerpo y de alguna forma mejorar. Esto obviamente va a aumentar la posibilidad de sobrevivencia, pero de nuevo, no es un medicamento que esté hecho para controlar la inflamación, no controla la infección”, manifestó Jaimes.
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Cuando se les pregunta a los científicos por una palabra tan anhelada y llena de responsabilidad como esperanza, aunque cautelosos, contestan con optimismo.
“A nivel del medicamento, el tratamiento, hay mayor probabilidad de que tengamos resultados antes de finalizar este año. En el caso de la vacuna, en el mejor de los casos, así se tengan resultados, va a ser mucho más difícil que antes del otro año tengamos realmente una vacuna circulando para poder hacer vacunación masiva”, aseguró.
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La interdisciplinariedad les ha permitido a la ciencia y a los científicos dar respuestas casi que en tiempo real. El acceso rápido a la información y la tecnología también han sido de gran ayuda. Finalmente, es importante mencionar también que países como Rusia y Alemania tienen a los laboratorios avanzando también en desarrollo de medicamentos y vacunas.