Quienes la rodean deben entrenarse en caso de alguna falla, entre tanto, ella celebra que en pocos días regresa a clases.
Aunque parece que está bromeando, Mariana no miente al decir que no tiene pulso ni latidos, pues su corazón artificial funciona de forma diferente. Por esta situación, quienes la rodean deben estar preparados.
Factores como estar a 2.600 metros de altura exigen que sus médicos estén muy bien entrenados, por eso Leonardo Salazar, jefe del programa de corazón artificial de la Fundación Cardiovascular de Bucaramanga, llegó a Bogotá a reunirse con los médicos que verán a Mariana en la capital.
Serán especialistas de la fundación Cardioinfantil y del hospital La Misericordia.
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La responsabilidad de un cuidado compartido también recae en sus familiares, profesores y todos los que compartan de cerca para que puedan reaccionar en caso de una emergencia.
Ella, por supuesto, ya es toda una experta. “Para dormir me conecto a la luz y dejo una batería por si la luz se va” y cuenta cómo hace para bañarse: “el corazón tiene un bolso impermeable y lo envuelvo ahí para no mojarme”.
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En su bolsito rosado esta niña bogotana carga, literalmente, su corazón