Problemas patológicos, razones culturales e, incluso, teorías de conspiración llevan a estas personas a ignorar las restricciones. Hablan expertos.
En algunos casos, los que deciden ir a estas fiestas clandestinas lo hacen porque el COVID-19 en Colombia no ha afectado a personas cercanas ni se ha visto el número de muertes que se esperaba, por lo que subestiman el peligro.
Tatiana Andia, profesora de sociología de la Universidad de Los Andes, considera además que hay algunas personas que usan estas rumbas para protestar contra “las medidas de confinamiento que están llegando hasta cierto punto a su límite, especialmente en términos de legitimidad con la ciudadanía”.
Otro tipo de personalidad de quienes van a las fiestas es la de los que disfrutan los riesgos.
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“Tienen una gran descarga de placer cuando están ejecutando este tipo de actividades. Usualmente experimentan placer con la velocidad, con algunos deportes que pueden ser riesgosos, uso de sustancias psicoactivas, lícitas o no, como el alcohol, la marihuana, la cocaína”, explica el médico psiquiatra Mario Danilo Parra.
También están los antisociales, que organizan estos encuentros porque “sienten placer por ver cómo esta enfermedad se va propagando por el país”.
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Y están aquellos que piensan que “la pandemia es una especie de teoría de la conspiración establecida por los gobiernos para mantener encerrada a la gente, lo cual sin duda alguna es una idea falsa y un comportamiento totalmente irresponsable”, dice Carlos Charry, director de la maestría de Estudios Sociales de la Universidad del Rosario.
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