La vida da muchas vueltas y esa frase si que aplicar para Lucas Pouille, un tenista francés que hace unos años tuvo graves síntomas de depresión y un problema con el alcohol que no le permitió tener un buen desempeño en el tenis. Este jueves, con lagrimas en los ojos, ganó después de tres años en Roland Garros, dando cuenta que la vida le ha vuelto a sonreir.
La historia de Lucas Pouille quizás se repite en varios deportistas, pero son pocas las que salen a la luz. En su momento, sus calamidades personales se hicieron publicas y todo el mundo se enteró de que el francés ya no se deseaba jugar, que dormía solo una hora en las noches y que los bares lo consumían.
Y es que Pouille, si bien no ganó un grand slam, si tocó el cielo en sus mejores tiempos cuándo ganó los ATP 250 de Metz, Budapest, Stuttgart y Montpellier y el ATP 500 de Viena. Fue tal su rendimiento y el buen nivel mostrado dentro del court, que el 19 de marzo de 2018 llego a ser el número 10 del mundo.
Sus días de gloria fueron pasando, las lesiones aparecieron y desde hace ocho meses empezó a luchar con la depresión. A tal punto que llegó a pensar en el retiro y en una vida fuera del tenis. Paso de jugar torneos de alto calibre a disputar Challengers. En este 2023, estuvo presente en Nonthaburi, Quimper, San Luis Potosí, Sarasota y Tallahassee, y no obtuvo mayores resultado, por lo general cayó en las qualys.
El francés, que en su momento se acogió al ranking protegido, llegó a Roland Garros y de la mano de la afición de su país, ha recuperado la sonrisa y por su puesto, una victoria en un Grand Slam.
Pouille inició en la qualy con una victoria sobre Tomas Machac (7-5 y 6-3) y luego a Tseng Chun hsin con parciales de 5-7, 6-3 y 6-0. Si bien ya eran dos triunfos para destacar después de todo lo que ha pasado, lo emotivo se dio este jueves.
Pouille se midió en el último juego de la qualy frente a Jurij Rodionov y se metió en el cuadro principal del torneo tras superarlo 1-6, 7-5 y 6-0. Tan pronto hizo el punto de la victoria, la cancha número 14 se encendió de gritos de felicidad y el tenista se mandó la manos al rostro, tratando de ocultar sus lagrimas.
Un triunfo, que más allá del resultado, puede impulsarlo de nuevo a la élite, pues en la actualidad es el número 670 del mundo.