Hablar de laParís-Roubaix es hacer referencia no solo a uno de los cinco monumentos del ciclismo mundial, sino tal vez a uno de los más exigentes. Y es que por su recorrido, donde se enfrentan al pavé en repetidas oportunidades, particulares carreteras y demás condimentos, la convirten en una competencia llamativa para los ciclistas.
Eso sí, cada uno de los que participan saben y son conscientes a lo que se atienen. Por eso, es normal ver fuertes caídas, que se presenten algunos problemas mecánicos, constantes enredones entre ellos y que, con tal de superar uno que otro tramo, se las ingenien, hasta el punto de bajarse de la bicicleta, alzarla, llevarla en el hombre y correr.
Caos, retiros, curiosidades, caídas, de todo se suele presentar en este evento. Razón por la que este domingo 9 de abril, en el marco de una nueva edición, no fue la excepción. Pasó de todo de principio a fin. Algunos lo llaman masoquismo, pero para otros es el hecho de ponerse a prueba, demostrar su calidad y dejar claro que pueden con lo que sea.