La eficiencia del Chelsea acalló el amago de remontada del Lille en la vuelta de los octavos de final de la Champions League (1-2) en la que los ingleses consiguieron avanzar en una competición en la que su continuidad está pendiente de las decisiones ligadas a su propietario, Roman Avramovich.
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Lo hizo con realismo, ante el empuje de unos franceses que creyeron durante el primer tiempo en la remontada, pero que se vieron frenados por su falta de gol y por el acierto del rival.
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Impulsados por un público que por segunda vez en la temporada abarrotó las gradas del Pierre Mauroy, los galos apretaron al campeón de Europa, pero demostraron por qué son el equipo con peor coeficiente UEFA de los que quedan en una competición que se queda sin representantes franceses.
Un gol superada la media hora les hizo alimentar el sueño y despertó las alarmas en el Chelsea, golpeado en su sistema nervioso por unos días convulsos por la situación en la que quedan con la caída en desgracia de Avramovich.
Pero el susto no fue suficiente y, liderados por un gran Marcos Alonso, un sólido Ngolo Kanté y un activo Azpilicueta, consiguieron dar la vuelta al partido.