Los goles son fiesta, son baile, son felicidad…Son locura en las celebraciones, desenfreno y pasión. ¿El cero a cero, el mejor resultado? ¡Qué estupidez!
Loco e irracional es este juego. Imprevisto, espontáneo, que premia talento y ganas, constancia y fe, ambición y jerarquía.
Y Messi, sí Messi, el mejor del mundo para muchos, cediéndole el trono al brasileño Neymar, relevo de lujo en el protagonismo.
El mundo del fútbol en su plenitud, en su esencia, en la apoteosis que permite hacer posible lo imposible.
Fueron jugadores diferentes, los que inventan fantasías, los que improvisan, los que deciden y los que destraban partidos con temperamento. Fue el Barcelona tan distinto, copiando un poco el recetario del Real Madrid, al que solo se le gana cuando el soplo final del árbitro da por terminado un partido.
Queda claro, como dicen tantos, que una lápida no se talla antes de que el enfermo muera y, como tantas veces se ha escrito, en el fútbol no hay sueños irrealizables cuando se tiene actitud, confianza y calidad.
Nota al margen: No soy del Barcelona, ni del Real Madrid. Soy del fútbol, el arte de lo espontáneo, el de los estadios llenos, el de los artistas redimidos con goles y con triunfos. Ese es mi fútbol.