Así, en el caso de sospecha de una conmoción cerebral, el árbitro detendrá el juego por un máximo de tres minutos para permitir que el jugador afectado sea evaluado por el médico del equipo.
Al futbolista sólo se le permitirá seguir jugando si el médico le confirma al árbitro que el jugador está en condiciones de hacerlo.