La ciudad surgida de los tableros de los arquitectos Lucio Costa y Oscar Niemeyer le dio una muy fría recepción a ambas selecciones, incluso a la brasileña y a su estrella Neymar, que suele desatar pasiones por donde pasa, aunque este miércoles no fue así en la capital política de su país.
Los japoneses fueron directamente desde el aeropuerto hacia su hotel, donde les recibieron unos pocos nipones residentes en Brasilia que, muy serios y silenciosos, extendieron carteles de bienvenida con frases escritas en su idioma, en inglés y en portugués, en las que se leía "Fuerza Samurai Blue", como se conoce a su selección.
Aunque desembarcaron procedentes de Doha, los japoneses no tendrán mucho tiempo para descansar, pues su entrenador, el italiano Alberto Zaccheroni, programó su primer entrenamiento para esta misma tarde.
La selección brasileña, por su parte, llegó desde la ciudad de Goiania, a unos 200 kilómetros, y optó por recluirse, a la espera de constatar el próximo jueves el estado del césped del estadio Nacional Mané Garrincha, donde el sábado se enfrentará a Japón.
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Frente al hotel en que se hospedan en Brasilia también se reunió un pequeño grupo de aficionados, más bulliciosos que los japoneses pero que ni pudo ver a los jugadores, escondidos atrás de los vidrios oscuros del autobús que los trasladó desde el aeropuerto.
Aunque la llegada de las selecciones casi no movilizó a los aficionados locales, Brasilia intentó adoptar un cierto clima de fútbol, artificial y ajeno a una ciudad que no cuenta con ningún club en primera división y que tiene un marcado talante burocrático.
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En ese esfuerzo, se desplegaron carteles alusivos a la Copa Confederaciones en 15.000 postes de iluminación y adornado con banderas de los países participantes diversos sitios de la ciudad.
Asimismo, cumpliendo determinaciones de la FIFA, se instalaron unas 600 placas de señalización escritas en portugués e inglés que, en su mayoría, indican la dirección del estadio y generaron más de una polémica y muchas risas.
Varias de esas placas tienen serios errores de ortografía o de traducción que desataron múltiples bromas o quejas en las redes sociales, sobre todo por parte de quienes protestan por la cuantiosa inversión pública en la organización de la Copa Confederaciones.
Las críticas se volcaron en especial en el moderno estadio que se construyó para una ciudad sin fútbol, cuyo coste se situó en 1.150 millones de reales (unos 575 millones de dólares).
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La última de esas inversiones públicas para el torneo se anunció este martes y se refiere a una gran fiesta con cantantes populares organizada por el Gobierno regional para el sábado en la céntrica Explanada de los Ministerios y que costará cinco millones de reales (unos 2,5 millones de dólares).
En esa avenida, en la que se sitúan todos los edificios del poder público, la fiesta se realizará en unos amplios jardines en los que, junto a un escenario para la presentación de los cantantes, serán instaladas nueve pantallas de televisión gigantes que transmitirán el partido Brasil-Japón.
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Las autoridades locales tenían enormes expectativas en cuanto a la atracción de turistas que generaría el único partido de la Copa Confederaciones que se celebrará en la capital.
Sin embargo, según el último balance de la FIFA, de las 69.397 entradas que se vendieron hasta este miércoles para el partido Brasil-Japón, sólo 347 fueron adquiridas en el exterior y alrededor de 15.000 fueron compradas por personas de otras ciudades del país.
Los visitantes encontrarán un estadio totalmente concluido por dentro pero aún objeto de obras externas en los estacionamientos, los accesos, las aceras y los jardines, que sólo culminarán el año próximo.
También está en obras el aeropuerto brasiliense, administrado desde hace siete meses por un consorcio privado que se ha comprometido a concluir las mejoras necesarias para mayo del 2014, un mes antes del Mundial, en el que Brasilia acogerá siete partidos.
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