El colombiano de 20 años, oriundo de Istmina en el selvático departamento de Chocó, se ha ganado a base de sudor y calidez tropical el cariño de los empleados y aficionados "periquitos", quienes le perdonan por ahora su escasez de goles, principal razón por la cual el delantero, abrigado en manga larga y guantes negros pese al sol latiente en Barcelona, suda la gota gorda más allá de la hora prevista, bajo estricta supervisión del timonel mexicano Javier Aguirre.
"Trabajando la definición", sonríe, consciente de que su asignatura pendiente es la que acaba midiendo a los arietes, por mucho que tanto seguidores como técnicos y compañeros valoren su entrega en el desmarque, capacidad de bajar y aguantar la pelota, así como de desborde, desplegados hasta la fecha en la competitiva liga española.
Y es que Aguirre, siempre tan locuaz, pidió literalmente un "cuate grandote" a principios de temporada. Tras varios rodeos, la secretaría técnica blanquiazul se decantó por Córdoba, por entonces jugador del Jaguares mexicano y propiedad del Querétaro, que lo cedió al Espanyol con opción de compra.
Catorce partidos de servicio, aunque apenas dos dianas, le han valido al ex de Envigado la confianza de la entidad, que de aquí a final de temporada intentará resolver su fichaje definitivo, aunque sea en propiedad compartida.
Su corpulencia, pese al engaño que produce la lente televisiva, queda patente en persona con su asertivo encaje de manos, en el que su palma envuelve sobradamente la del interlocutor, a quien, muy educadamente, ofrece un trago de agua. `Dios y mi familia', lee el tatuaje en el antebrazo izquierdo de quien se declara devoto de la Virgen de Guadalupe.
Hijo del ex futbolista Manuel Acisclo Córdoba, también persigue la cifra de 163 goles del papá, a menudo ausente en su infancia por compromisos laborales pero muy presente en la progresión del joven ariete, al que ha guiado en su desarrollo, ya fuera con consejos o prácticas individuales como las que le depara en este día Aguirre.
"Encara bien, tiene potencia y velocidad. Si tuviera gol estaría en el Chelsea", dijo el mexicano tras el segundo enfrentamiento del delantero contra el Real Madrid por la ida de la Copa del Rey, cuando salió desde la banca y vio frustrada una escapada por el arquero internacional Iker Casillas.
"No me molestó. Siempre me he tomado las cosas con mucha tranquilidad, aunque no empecé jugando. He fallado ocasiones claras y Aguirre sabe lo que necesito. Aquello fue para tocarme un poco. El apoyo que me brindan él, los compañeros y la grada está siendo clave y sé que este paso va a ser fundamental en mi carrera", asegura el implicado, admirador del marfileño Didier Drogba, precisamente triunfador en el club londinense de Stamford Bridge.
Por ahora se conforma con buenos desempeños contra equipos como el Granada, donde exhibió su solidaridad celebrando desde la banca el tanto ganador del mexicano Héctor Moreno e intercambió saludos al término con compatriotas como Brayan Angulo o Jeison Murillo, aplicados ambos en su marca. "Le felicitó por lo bien que está jugando", desvela el veterano Murillo. "¿Mi consejo? ¡Qué meta gol!", añade medio en broma y bastante en serio.
Pese a contados momentos de desánimo, la entrega no se negocia para Córdoba, quien peca más bien de falta de mesura en algunas acciones. "Es joven. ¡Qué bien que no mida sus esfuerzos!", señal nuevamente el timonel tras el segundo tanto del colombiano contra el Valencia. "Le pega bastante mal con la izquierda en los entrenamientos, pero fue un golazo", añadió con guasa Aguirre antes de puntualizar que "era un fichaje semidesconocido. No era nuestra primera opción, pero tenía buenos informes, apostó por él y forma una buena sociedad con Sergio García".
En efecto, el cambio de sistema a jugar con dos puntas permitió a Córdoba liberar de ciertas labores al internacional español quien, no casualmente, está firmando su mejor campaña desde que fuera citado a la Eurocopa de 2008.
"Puedo jugar donde sea y me estoy adaptando muy bien a este fútbol", apunta el colombiano, consciente de que Aguirre ya le abrió las puertas de la selección uruguaya a su compañero Christian Stuani al reconvertirle como interior y que la competencia en la delantera de Colombia está al rojo vivo de cara al Mundial de Brasil 2014.
Y eso que el istmineño ya rompió pronósticos en sus inicios, mucho antes de destacar en el reputado torneo Pony fútbol o proclamarse campeón Sub20 de Sudamérica en 2013, cuando marcó cuatro tantos.
"No pierdo la fe. Me trazo metas y siempre las he alcanzado. De chico jugábamos en una cancha de barro detrás de mi casa. Lo llamábamos `El Plan' y allí nos metíamos con mis amigos desde los cinco años. Yo era el más malo y me molestaban, pero allá aprendí y acabé siendo el mejor. Todos me lo recuerdan ahora. ¡Me dicen que soy una máquina!", sonríe, repentinamente iluminado ante el recuerdo infantil.
Aquel irregular escenario en el que el travieso Córdoba aprendió a sortear todo tipo de imprevistos dista mucho del verde tapete que le espera el domingo por la 24ta fecha liguera en el estadio del Athletic de Bilbao. Levantado a la sombra del derruido San Mamés, donde la pelota no acostumbraba a mentir, el flamante coloso aguarda la primera visita del colombiano, quien espera a su vez citarse con el gol.
"Hay que vivir los partidos, disfrutar cada uno de ellos", subraya ilusionado.
Afinado entre semana, el "cuate grandote" criado no muy lejos del río Atrato, el más caudaloso de su país, buscará el triunfo de su equipo y de paso enriquecer su propio caudal goleador para acercarse un poco más a los registros de su progenitor, de su ídolo Drogba y quién sabe si también a ese lujoso Stamford Bridge, cada vez menos alejado de aquel barrizal donde aprendió a patear un balón.