Con la Liga en el bolsillo, una victoria en la Liga Europa el próximo miércoles ante el Sevilla le podría acercar al prestigioso triplete, en caso de que tumbe al Río Ave en la final de la Copa de Portugal, el 18 de mayo.
Pero hasta las puertas del éxito, Jesús, que cumplirá en julio 60 años y cuyo nombre suena ahora con fuerza para el millonario Mónaco, tuvo que enderezar un camino que parecía abocado al fracaso.
Su remontada particular se fraguó la tarde del 26 de mayo del 2013, cuando se le acababa de escapar el tercer título en juego, la Copa de Portugal, al ceder en los últimos diez minutos ante el Vitória de Guimaraes (2-1).
El Benfica, el club más laureado de Portugal y vencedor de dos Copas de Europa (1961 y 1962), había pasado del todo a la nada en dos semanas y media y Jesús navegaba entre la decepción absoluta y la impotencia.
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El campeonato, que tenía franco, se le había esfumado antes, el 12 de mayo, por culpa de un gol en el 91 del brasileño Kelvin, que dio el triunfo y el cetro de la Liga al acérrimo rival Porto (2-1).
Y en la final de la Liga Europa, el 16, más de lo mismo. Un gol del serbio Branislav Ivanovic, también en el último minuto, dictó otro trágico epílogo ante el Chelsea de Rafa Benítez y Fernando Torres (2-1).
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Aquel fin de tarde del 26 de mayo, la misma en la que la rabia del paraguayo Óscar Cardozo le llevó a empujar a Jesús, el presidente Luís Filipe Vieira podría haber optado por la decisión más sencilla y la que respaldaba gran parte de la masa social del club con más socios del mundo: Dejarle caer.
Sin embargo, remó contra viento a marea y apostó por el técnico que había fichado en el 2009 en sustitución del español Quique Sánchez Flores.
Un año más tarde, los aficionados se rindió a la ponderada decisión del presidente, porque el Benfica tiene muchas probabilidades de acercarse a lo que hizo Jupp Heynckes con el Bayern de Múnich en el 2013: levantar la triple corona después de patinar el año anterior.
El alemán Heynckes falló en el 2012 en los tres grandes torneos -entre ellos la final de la Liga de Campeones en su estadio y ante el Chelsea-, pero en el 2013 arrasó en las tres competiciones, incluida la 'Champions'
"Para llegar a las finales deben ganarse muchos partidos. Después pueden ganarse o perderse (...) Solo los grandes equipos del mundo llegan a las finales", ha defendido Jesús, que llegó a poner el ejemplo de la selección alemana, vencida en cuatro ocasiones en finales de Mundiales.
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Considerado por muchos un genio de la táctica y tachado por otros de soberbio, pocos dudan de que el entrenador del Benfica ha devuelto el brillo continental al coloso portugués, con el que ya ha disputado en Liga Europa dos finales y una semifinal en los últimos cinco años.
Criado en un suburbio de Lisboa, Amadora, la singular manera de expresarse, que para muchos roza lo tosco, y varias frases polémicas le han situado con frecuencia en las portadas de los periódicos y en los telediarios.
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"Los portugueses son los mejores entrenadores del mundo"; el Benfica fue "el primer" equipo en desmontar al Barcelona; o "conmigo, los jugadores van a jugar el doble que la última temporada" son algunas de las manifestaciones que reflejan la verborrea de Jesús, cuya personalidad volcánica le ha comprometido más de una vez.
Este año llegó a ser condenado a pagar 25.000 euros a dos instituciones de carácter social y 500 euros a un agente policial por haber separado el pasado septiembre a un policía de un hincha del Benfica que había saltado al campo una vez finalizado un partido ante el Guimaraes.
Este año, firmó un mediático pique con el técnico del Tottenham, Tim Sherwood, al que, en los octavos de final de la Liga Europa, dibujó desafiante un tres con su mano derecha cuando Luisao anotó el 1-3.
A pesar de sus controvertidos episodios, no hay casi dudas de su valía como entrenador.
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Con un salario anual de unos cuatro millones de euros -uno de los más elevados entre los técnicos mundiales-, formó a jugadores de elite como los brasileños David Luiz y Ramires, traspasados al Chelsea; el argentino Ángel di María y el portugués Fábio Coentrao, al Real Madrid; o el serbio Nemanja Matic, al Chelsea.
Si levanta la Liga Europa, finiquitará además la larga y pesada la maldición de Béla Guttmann, técnico húngaro que predijo una sequía de trofeos continentales después de ganar, precisamente, la Copa de Europa de 1962 con el Benfica.
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"No soy supersticioso. Creo en la labor de las personas y la calidad del trabajo. A veces, no siempre el mejor vence una final, pero también creo que podemos ser mejores que el Sevilla y ganar esta final".