La compra de derechos de jugadores por porcentajes y la creación de fondos dirigidos a inversores particulares con las mayores estrellas del porto, Benfica y Sporting de Lisboa son práctica habitual. Por este motivo, la posibilidad de que la FIFA prohíba la adquisición de derechos de los futbolistas por parte de terceros -actualmente en fase de estudio y ya vetada en Inglaterra- ha disparado todas las alarmas.
Desde la Liga portuguesa, su presidente, Mário Figueiredo, reconoció recientemente que una decisión así supondría "una tragedia" y pondría en peligro el actual estatus del fútbol luso.
¿Pero existe una explicación al éxito cosechado por estos nuevas prácticas financieras en Portugal, frente a otros países donde su aplicación es reducida o, cuanto menos, vista con desconfianza? Para Nuno Bolas, analista de la consultora lusa especializada en fútbol Futebol Finance, la venta de entradas, camisetas, publicidad y derechos de televisión no son el fuerte de los clubes lusos como sí lo es en otros países.
Mientras que los estadios en países como Inglaterra cuelgan el cartel de "no hay billetes" con frecuencia, en Portugal la asistencia al campo se ha desplomado en los últimos años: "Los clubes lusos también ganan mucho menos por los derechos de televisión en comparación con otros rivales europeos, ya que el mercado es más reducido -dado el tamaño del país, de 10,5 millones de habitantes-", dijo Bolas.
Pese a que el fútbol es seguido con enorme pasión en Portugal, los ingresos difícilmente compensan los gastos: "Los equipos de Primera se profesionalizaron a principios de este siglo, después de que el modelo anterior les hiciera descuidar la parte financiera y acumulasen deudas", explicó Bolas.
Los elevados intereses a pagar por los préstamos contraídos por los más importantes clubes portugueses les ha obligado a deshacerse de sus principales activos. Sólo este verano el fútbol de Portugal se quedó sin tres de sus mayores estrellas: el Porto, con unos 90 millones de euros de presupuesto, vendió al brasileño Hulk (60 millones), mientras que el Benfica, con cerca de 70 millones de presupuesto, hizo lo propio con el belga Witsel (40 millones) y el español Javi García (25 millones).
El uso de fondos de inversión ligados a jugadores de fútbol surgieron en Portugal en 2001 y actualmente Porto, Benfica y Sporting de Lisboa utilizan esta vía para lograr ingresos.
El funcionamiento, a priori, es simple: el club vende parte de los derechos de varios de sus futbolistas -normalmente sus mayores estrellas para resultar atractivos- a un fondo en el que los inversores colocan su dinero con la esperanza de que éstos se revaloricen y obtener así una plusvalía cuando sean transferidos.
A este tipo de operaciones se suma la tendencia a apostar por jóvenes valores a través de la adquisición parcial de sus derechos, que se comparten con otro equipo o incluso algún fondo de inversión para poder contar con futbolistas prometedores a un menor precio y compartir los riesgos.
Los éxitos a nivel europeo de los equipos portugueses en los últimos años han generado beneficios sustentados en plantillas relativamente baratas, pero que se revalorizaban con rapidez.
Para seguir siendo competitivos y compensar la venta de sus mejores jugadores, la inversión en nuevos valores no puede parar, y muchas de estas operaciones no son exentas de polémica. Medios lusos reportaron sobre la presunta participación del fondo Quality Sports Investment en la venta de Luis Miguel Alfonso Fernandes Pizzi, del Braga al Atlético de Madrid por 13 millones de euros, e hicieron eco de que el Porto destinó casi 20 de los 40 millones recibidos por el colombiano Radamel Falcao García a comisiones -lo que figura en el informe anual de resultados de los ‘dragones'-.
Ambos jugadores son representados por el agente luso Jorge Mendes, dueño de Gestifute y asesor a su vez del Quality Sports Investment, fondo investigado en 2011 por la FIFA, de acuerdo con informaciones publicadas entonces en Portugal.
También generaron controversia las llegadas al Porto de los brasileños Hulk, Walter y Álex Sandro, comprados a clubes uruguayos en los que nunca jugaron, según los documentos oficiales.
En opinión de Nuno Bolas, de éstas y otras operaciones se desprende que "no existe en el fútbol portugués la misma transparencia que en otros países".
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