Ni siquiera un 7 de agosto y un 20 de julio juntos han visto tantas banderas colombianas como el mes largo que duró la eliminatoria de 1993. Todo el país estaba convencido de que, al menos, se conseguiría ir al repechaje contra el ganador de Oceanía como cuatro años atrás cuando clasificamos a Italia 90 vía Israel, e incluso algunos confiaban en que se le podría ganar el grupo a Argentina.
La historia comenzó con un negativo 0-0 en Barranquilla frente a Paraguay. Una vez más el eterno rival parecía dañar el camino a Colombia. El 8 de agosto, en Lima, el discurso de la paternidad peruana pasó a la historia con una victoria por 1-0 con gol de Freddy Rincón.
Sin embargo la situación no era favorable pues Argentina le había ganado también a Perú en Lima y, además, ese mismo día había derrotado a Paraguay en Defensores del Chaco, algo que resultaba muy difícil para Colombia.
Pero el partido que diría la verdad se daría el 15 de Agosto en Barranquilla cuando Colombia enfrentara a Argentina. La Selección bicampeona del mundo llegó a la capital del Atlántico con 33 fechas de invicta y el favoritismo de toda la prensa internacional. Pero los colombianos querían repetir el partido de 1987, cuando la Selección le ganó a Argentina en Buenos Aires, con Maradona incluido, por 2-1.
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La alineación para este partido fue una polémica nacional. Asprilla no venía jugando bien, Aristizábal era titular ante el rechazo de los medios y las tribunas, y muchos columnistas de periódicos y revistas le pedían a Maturana que dejara jugar al 'Tren' Valencia y a Valenciano para así solucionar el problema de gol.
En una entrevista radial incluso se le pidió su opinión al respecto al presidente César Gaviria, quien dijo respetar la opinión del técnico.
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Ese 15 de agosto los colombianos se sintieron una potencia más del fútbol mundial. La victoria por 2-1 sobre Argentina, con goles de Valencia y Valenciano, no sólo acabó con un invicto de dos años y medio que tenía esa Selección, sino que hizo sentir a los colombianos mejores de lo que eran antes y dio motivos para que las banderas, acompañadas por la harina y el licor, se tomaran las calles colombianas.
Hernando Santos, director de El Tiempo, criticó el exceso de licor y de harina en las calles pues le pareció que eso empañó la victoria, y rebajar así algo tan importante para todo el país era “injusto, antipatriótico y antideportivo”
Su hijo Enrique Santos, tal vez el columnista más leído del país en ese momento, dedicó su Contraescape de esa semana a la Selección Colombia: “Resquemores regionalistas o clasistas se funden en la gran olla de presión patriótica que representa un partido de Eliminatoria para Copa Mundo contra un país como Argentina... La Selección encarna y sintetiza una positiva identidad nacional”
Esa "positiva identidad nacional" se veía en el optimismo de la gente que, aunque enfrentaba el terror de las bombas de Pablo Escobar, veía en su Selección la posibilidad de borrar lo que los carteles le habían dejado de imagen.
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Esa autoestima baja de los colombianos que producía la imagen del narcoterrorismo en el exterior hizo que se buscaran referentes positivos y simbólicos, y el referente inmediato era la Selección Colombia.
Pero aún quedaban partidos y el 22 Colombia tuvo que jugar, una vez más, en Defensores del Chaco. El empate 1-1 fue el mejor resultado posible en Asunción frente a un equipo paraguayo que, como siempre, pegó duró y apretó de más.
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La victoria por 4-0 sobre Perú en Barranquilla, la primera goleada sobre nuestros vecinos en la historia, dejó a Colombia clasificada, al menos, al partido contra Australia, ganadora de Oceanía. La fiesta fue total y las banderas se volvieron a agitar por toda Colombia.
Un empate en el último partido en Argentina daría la clasificación directa al mundial y una derrota llevaría al equipo a conocer Australia, pues tenía una ventaja de un punto sobre sus próximos rivales.
El 5 de septiembre sería el partido definitivo. Días antes Carlos Vives había puesto a bailar a toda Colombia con el lanzamiento de su disco Clásicos de la Provincia. El país entero era una fiesta y ni siquiera los comentarios que publicaba la prensa sobre el optimismo que tenía Argentina le inquietaban.
Por esos mismos días Diego Armando Maradona, el gran ícono argentino, le dijo a la prensa de su país que Argentina clasificaría porque Colombia no podía cambiar la historia, y la historia decía que Argentina estaba arriba y Colombia estaba abajo.
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Esas palabras se grabaron como huellas en hierro en la memoria de todos los colombianos.
El 5 de septiembre, con la esperanza de callarle la boca a Maradona, como si fueran ellos los que jugaran ese día, millones de colombianos se sentaron frente a sus televisores a comerse las uñas.
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Aquel 05.09.93
Apenas saltaron a la cancha, los jugadores criollos fueron abucheados por las 80.000 personas que, incluyendo a Maradona y su mujer, estaban en las tribunas del Estadio Monumental de Buenos Aires, el mismo en que cinco años atrás 'El Pibe' y su corte le habían ganado por 2-1 a la entonces Selección campeona del mundo.
El partido empezó entre cánticos en la tribuna y nerviosismo frente a las pantallas en Colombia. Finalizando el primer tiempo, y después de que Córdoba había atajado todo lo que le tiraba Batistuta, Rincón anotó el primer gol.
En Argentina nadie lo podía creer y en Colombia, después de celebrarlo, muchos se lo gritaron a través del televisor a Maradona.
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Pero lo increíble vino en el segundo tiempo.
Córdoba siguió impidiendo goles argentinos y, de pronto, empezó el rosario de anotaciones colombianas: Asprilla, Rincón, nuevamente Asprilla y Valencia sellaron el 5-0 sobre Argentina y el día de más felicidad de la historia colombiana.
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Las cámaras del Gol Caracol disfrutaban enfocando una y otra vez la expresión de velorio de Maradona. William Vinasco no paraba de gritar, al ritmo de salsa, que esa era una de las dos cosas que más le gustan hacer en la vida, y los colombianos de pie tarareamos la letra del tema “¡Ay que orgullosos me siento de ser un buen colombiano!” cuando, al finalizar el partido, los 80.000 testigos de la goleada se paraban de la tribuna a aplaudir y las cámaras enfocaban especialmente el amargado aplauso del mejor jugador argentino de la historia.
Ese día todos nos sentimos más colombianos. Todos creímos que el mundo era mejor. Todos nos sentimos parte de la más fantástica victoria que unos héroes liderados por un capitán de rizos rubios habían obtenido en Argentina.
El 6 de septiembre El Espectador tituló “¡Mundialistas!”, El Tiempo “1,2,3,4 y 5 a Estados Unidos 94”, y El Colombiano un categórico “¡5-0!”. Los miembros de la Selección eran héroes para todos y, una vez más, el editorial de El Tiempo analizó el hecho: “Colombia renace de la violencia con un balón en la mano. Puede parecer frívolo que ante el dolor de tantas muertes, una victoria apabullante, seria, de conjunto, necesaria, lleve al país a una etapa de optimismo. No se trata de pensar que el deporte sea la actividad más importante de un país, pero lo que ocurrió en la nación del sur es la muestra de una nacionalidad, un conglomerado, una entidad que no se deja superar ni aplastar por la bala, el chantaje, el secuestro... ¡Viva Colombia! Esta es la patria que ha sabido superar etapas de violencia inusitada, de frialdad infinita, de dolor que a veces creemos no poder soportar"
Así, de un momento a otro y gracias a cinco goles que se le metieron en un fenomenal partido de fútbol a la Selección Argentina, cuarenta años de guerrillas, veinte de narcotráfico y muchos más de violencia permanente desaparecieron.
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El hecho de que once titulares, cinco suplentes y un cuerpo técnico fuera el pacificador del país merecía una distinción y esa noche, al recibir al equipo en una multitudinaria celebración que terminó en el estadio El Campín con el presidente Gaviria a la cabeza, la Selección Colombia recibió de manos del primer mandatario la Cruz de Boyacá, el máximo honor que entrega el Estado colombiano a sus héroes y personajes más ilustres, y Francisco Maturana fue honrado con la Orden de Boyacá así como todos los jugadores lo fueron con la Orden al Mérito.
De esta forma la Selección Colombia quedó para la posteridad en el mismo nivel patriótico y nacionalista del ejército libertador de Simón Bolívar pues, como lo planteó el presidente en su discurso, la Selección había liberado al país de los violentos como Bolívar había liberado al país de la opresión: “Hoy más que nunca estoy convencido que tenemos las bases suficientes para mirar con orgullo nuestro presente y nuestro porvenir. Y lo digo con la seguridad que me embarga: ya no hay vuelta de hoja, no hay paso atrás, no hay camino de reversa. Atrás quedan los pesimistas. Atrás quedan los violentos. Atrás quedan los perseverantes pregoneros del desastre. La magia del fútbol surgió de manera asombrosa y reina sobre Colombia”
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Lo que no vieron ni el presidente, que estaba feliz abrazándose con 'El Tino' Asprilla, ni la mayoría de colombianos que estuvieron de fiesta todo ese día cívico, fue que “la magia del fútbol” despertó lo peor de muchos compatriotas y, en medio del licor y la harina, 82 personas murieron y otras 725 resultaron heridas en actos relacionados con la celebración.
Ni el presidente ni el director de El Tiempo volvieron a mencionar eso de la superación de “la violencia inusitada”... menos cuando nueve meses después esa pasión debordada que había generado esa Selección Colombia explotó con el fracaso de Estados Unidos 94 y el asesinato de Andrés Escobar.
Así, lo que fue el mayor motivo de orgullo nacional en un momento de nuestra historia, terminó convertido en una tragedia de la que aún hoy nos avergonzamos.
El Tiempo. Bogotá. Cosas del día. Agosto 17 de 1993. Pág. 4A
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Santos, Enrique. El fútbol como patria en El Tiempo. Bogotá. Agosto 19 de 1993. Pág. 4A
Santos, Hernando. ¡Viva Colombia! Editorial en El Tiempo. Bogotá. Septiembre 6 de 1993. Pág. 4ª.
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Gaviria, César. Discurso en homenaje a la Selección Colombia pronunciado en el Estadio Nacional Nemesio Camacho. Septiembre 6 de 1993