El técnico que lo sacó campeón por primera vez recuerda cómo fueron los primeros años del ‘10’ en las canchas. Este martes, 11 pequeños siguieron los pasos del volante colombiano.
Álvaro Guzmán es el técnico más afortunado del mundo. O por lo menos así lo piensa él. Durante más de 50 años, se ha paseado por Ibagué como un lapidario en busca de diamantes para pulir. Y ha encontrado muchos. Ese es el motivo de su satisfacción como entrenador de categorías infantiles: enseñarles a los pequeños que sueñan con ser futbolistas profesionales.
Así lo hizo con James Rodríguez, cuando el volante de la Selección Colombia tenía siete años. Una tarde, el pequeño se presentó en la Escuela Academia Tolimense y desde ese momento empezó a marcar diferencia. Estuvo a las órdenes de Guzmán hasta los 12 años. Juntos ganaron varios títulos de torneos en Ibagué y el famoso Pony Fútbol de 2004, en el que el ahora jugador del Bayern Múnich hizo un gol olímpico.
“Del James de esa época al de ahora no han cambiado muchas cosas. Lógicamente ha mejorado, pero siempre ha tenido esa inteligencia de juego, y esa precisión en los pases, que es su mejor virtud. La diferencia es que ahora hace un poco más de goles”, comenta Guzmán sobre su pupilo de antaño.
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Justamente, el mismo día en el que Colombia clasificó al Mundial de Rusia con un gol de James frente a Perú (1-1), don Álvaro se coronó por quinta vez como campeón en Supérate Intercolegiados, dirigiendo al Colegio San Simón de Ibagué y venciendo en la final al Colegio Alfonso Builes Correa 1-0.
“A mis dirigidos les hablo de la historia de James. Les cuento cuando él era el primero en acostarse el día antes del partido, el más emocionado y el más concentrado en ganar y cumplir sus sueños. Es un ejemplo para ellos y los motiva”, asegura el DT.
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James y Guzmán no se volvieron a ver. El técnico aspira a saludarlo y tiene listas las palabras para cuando la vida los ponga, de nuevo, frente a frente: “Yo le diría que se acuerde de sus sueños de niño y vea que se le están cumpliendo”.
Esos sueños, esas metas y esas ganas que el número ‘10’ de la Selección Colombia tuvo cuando pequeño son las mismas que miles de niños y niñas tienen hoy corriendo detrás de un balón. Los 512 que participaron en las finales de Supérate que se realizaron en Palmira son una pequeña muestra de una gran pasión.
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