El Barça ya es campeón con una jornada de antelación. Lo agarró a 25 minutos del final del duelo de este domingo, un choque anodino por momentos, entre el toque del conjunto visitante y el rigor del equipo local, hasta la irrupción de Messi con una pared con Pedro y un tanto que vale una Liga sin esperar al último encuentro.
El Atlético, derrotado por segunda vez en su estadio en este campeonato, aún tiene los deberes por hacer. Así lo marca su derrota de este domingo, la primera en los últimos catorce duelos de Liga. Para ser tercero, deberá empatar en Granada en la última cita, después de que el Valencia igualara en casa frente al Celta.
No hubo sorpresas en la puesta en escena de ambos equipos. La posesión del Barcelona contra la posición y el contragolpe del Atlético. Son los trazos que dibujaron buena parte de sus últimos choques, los de la pasada temporada y los de ésta, y que movieron el inicio del encuentro siempre sujeto a una calma tensa y calculada.
Ni se alteró el Barcelona con la pelota, presionado cada vez que su salida de balón partía de parado, ni el Atlético sin ella, agitado a la contra y a balón detenido, dos registros en los que se mueve con tanta soltura como eficacia, en los que es temible para cualquier adversario, salvo hoy para un formidable Claudio Bravo.
Desde el vuelo del portero chileno, casi suspendido en el aire para despejar un cabezazo del uruguayo José María Giménez, respondió el Barca al primer órdago del Atlético en un duelo contemplado desde lo táctico, manejado por volumen de posesión por los azulgranas y por entonces enredado para muchos, menos para los momentos de Messi.
No apareció apenas en todo el primer tiempo, pero en cuanto lo hizo, en cuanto su equipo le encontró entre líneas, sucedió algo. Hubo algún detalle del brasileño Neymar, de Pedro -la novedad del once para suplir al lesionado Luis Suárez- o de Rakitic, pero fue el argentino el único que desbordó el compacto esquema del Atlético en todo el primer tiempo, con un disparo centrado, un cabezazo contra el brazo de Juanfran y un lanzamiento de falta contra el larguero.
El partido era ya del Barcelona, que terminó el primer tiempo con todo el juego en el campo contrario, el de un Atlético fiel a su plan, sostenido por ese engranaje defensivo y solidario que pone en funcionamiento cuando enfrente están rivales de más potencial, pero sin casi opción de contragolpe, demasiado atrás para armar ataques.
No sufrió daño el equipo rojiblanco camino del descanso, ni siquiera hubo una exigencia desmedida para el esloveno Jan Oblak, salvo un trallazo lejano del brasileño Alves que provocó la estirada del guardameta a la conclusión de un primer acto disputado desde el respeto, desde la máxima de uno y otro de no conceder nada al rival.
Pero la victoria requería más riesgos, más intención ofensiva del Atlético y más velocidad y profundidad del Barcelona para el segundo tiempo, que comenzó con más de lo mismo de la primera parte, aunque con un matiz, el del que le aportó el conjunto rojiblanco desde la perspectiva de ataque, más dispuesto para jugar en campo rival.
Ahí cabeceó alto el uruguayo Diego Godín, ahí Fernando Torres chutó centrado a las manos de Bravo y ahí irrumpió de nuevo Messi para desatascar el encuentro. El atacante argentino controló una pelota al borde del área, conectó con una pared con Pedro y entre infinidad de rivales al acecho culminó el 0-1 con un tiro raso.
Así de fácil, así de difícil. Y así de resolutivo fue Messi, que, primero, dio ventaja al Barcelona a 25 minutos del final y que, después, con el pitido final del árbitro, culminó el vigésimo tercer título de Liga del conjunto azulgrana, a la espera de competir por el 'triplete' en las finales de Copa del Rey y Liga de Campeones.
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