Los acordes tristes de esa salsa de Héctor Lavoe acompañan en este momento a todos los aficionados colombianos: "Todo tiene su final, nada dura para siempre, tenemos que recordar que no existe eternidad...". Y sí, todo terminó. Colombia fue superado por México, que con calma y un partido bien desarrollado se impuso 3-1 y está en las semifinales del Mundial Sub-20, privando a la Selección de su primer objetivo: igualar al menos la campaña del 2003 cuando la tricolor fue tercera en Emiratos Arabes.
Fue una noche extraña la del equipo. Lara, de entrada, sorprendió con un planteamiento totalmente diferente a lo que venía haciendo en los anteriores juegos. Como ya se había dicho insistentemente, entre la voluntad y las ganas de los jugadores, la fiesta y las victorias estaban pasando muy por debajo de la mesa los serios errores tácticos del equipo, que se pueden resumir en los problemas en la zona de recuperación.
Sin embargo, el susto de Costa Rica, que leyó perfectamente a la Selección y le hizo un partido redondo en el que casi nos elimina en octavos de final, dejó mella y por eso el DT hizo un cambio de nombre y uno táctico: sacó a Adolfo Valencia y puso a Duván Zapata, con lo que en vez de tener tres volantes ofensivos y dos volantes de marca que nunca eran respaldados por los primeros, puso una línea de cuatro con James Rodríguez y Michael Ortega por los costados, con responsabilidades de marca y con la obligación de no dejar solos a los tantas veces señalados Didier Moreno y Cabezas, mientras arriba Muriel y Zapata complicaban a la defensa rival.
De entrada, fue el mejor planteamiento de Lara en todo el torneo: por primera vez Colombia se vio compacta en todas sus líneas, por primera vez se vio que no sólo atacaban todos sino que defendían todos, y si a eso le sumamos las ganas naturales de estos futbolistas se entiende la avalancha amarilla que sufrió México.
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Porque aunque al final ganó y mostró por qué es el campeón juvenil de la Concacaf, México sufrió lo indecible al comienzo y su arquero José Rodríguez se vestía de héroe frente a Colombia.
Fueron buenos minutos, de los que ilusionan, pues Colombia llegaba por todas partes: Ortega dominaba a placer el medio, Zapata arrastraba marcas, Muriel remataba, Quiñones y Arias explotaban los costados como nunca... el único que desentonaba era James que, a pesar de las ganas de siempre, abusaba del dominio de la pelota. Pero igual, Colombia era más, muchísimo más, y por eso el técnico Juan Carlos Chávez decidió meterle la mano al partido.
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El penal que lo cambió todo
Cuneyt Cakir es el árbitro más prestigioso de Turquía. Ha dirigido esos temibles súper clásicos entre Galatasaray y Fenernbahce, ha estado en Champions, en la Euro... en fin, es un tipo que no se intimida fácilmente y eso quedó claro al minuto 34 cuando pitó un penal en contra del anfitrión del Mundial en un estadio totalmente pintado de amarillo.
Un instante antes el DT Chávez, dándose cuenta de que México estaba siendo dominado por Colombia, envió al campo a Edson Rivera y, curiosamente antes de que Rivera tocara la pelota por primera vez, Cakir sancionó un penal a favor de los aztecas.
La jugada fue confusa, Reyes cayó en el área en un centro y tras él Cabezas dio la impresión de no haber llegado a la marca por lo que lo sujetó... el caso es que Cakir no lo dudó, pitó el penal, Erick Torres la metió y el juego cambió totalmente. Porque Chávez no sólo tuvo la suerte del penal, fue astuto y con el ingreso de Rivera también ajustó líneas: los volantes externos se afianzaron, la línea de la defensa dejó de regalar espacios y arriba Rivera y Ulises Dávila tenían la misión de explotar la debilidad de la zona de volantes criolla. Y lo hicieron.
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Con el resultado en contra todo lo que planteó Lara se fue al piso y, a diferencia de Chávez, no supo darle manija al partido.
La ansiedad se tomó a los jugadores y a la tribuna, y México, que durante media hora había sido un equipito, se convirtió en un equipo serio, práctico, tranquilo, ordenado... "Como el lindo clavel, sólo quiso florecer y enseñarnos su belleza y marchito perecer", cantaría Lavoe si hubiese visto a Colombia, que pasó de la fiesta al desespero con el gol mexicano.
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Porque no se puede negar que lo que siguió al minuto 37 fue un desastre: todos corriendo pero sin orden, sin toques, dejando esos huecos enormes en el medio campo en donde otra vez ni Moreno ni Cabezas ofrecieron seguridad, y cada uno pateando a la loca buscando el gol del empate.
¿Y México? Tranquilo y aprovechando. Dávila tuvo el segundo un par de veces, Torres complicó, Rivera movía a la defensa... incluso hubo un momento en el que nos pintaron la cara descaradamente con toques y toques y toques...
Por supuesto, esto no ayudó al estado anímico de Colombia. Ortega, desesperado, se salvó de ser expulsado por una falta brutal y James, desconocido, se ponía las manos en la cintura y bajaba la cabeza tristemente. Era la proxemia del desespero.
Tenemos que recordar que no existe eternidad...
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Aún así, hubo esperanza. Tal como sucedió frente a Costa Rica, cuando todo estaba perdido y una mala salida del arquero le permitió a Colombia empatar, esta vez un remate de Zapata sorprendió al golero mexicano que tuvo un blooper y vio la pelota cruzando la línea de gol después de que se le fuera entre las piernas.
Era el minuto 60 y el gol, que llegó en el peor momento de Colombia no sólo en el campo sino en todo el torneo, era una invitación a tener fe y esperar que de nuevo la suerte le sonriera a la Selección.
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Pero no fue así. Lara se demoró en meterle la mano al equipo, no hizo cambios, y el desorden siguió junto a la falta de cabeza fría de los jugadores en el campo. Por eso no extrañó que al minuto 68 llegara el 2-1 mexicano gracias a una cadena de errores increíbles: primero Pedro Franco regaló un tiro de esquina innecesariamente, y en el cobro nadie fue a marcar a Dávila que solo, solísimo, fusiló con un testazo a Bonilla.
Lo peor es que ahí el que perdió la cordura fue Lara: sacó a Cabezas y metió a Castillo para buscar el empate a la desesperada, sin darse cuenta de que el medio campo, que de por sí ya era totalmente mexicano, ahora era una vía libre para que pasaran los de negro.
Gracias a eso México tuvo el tercero al 75, y el susto llevó al técnico a echarse atrás y meter a Calle para tratar de recuperar la zona media. Lo extraño es que sacó a Ortega, el cerebro del equipo, que a pesar de estar bloqueado hacía rato a lo largo del torneo había mostrado que Colombia juega cuando él juega.
Igual, México controló el partido y sólo las ganas de Colombia lo intimidaron. No se veía cómo iba a llegar el 2-2 a pesar de que entró Valencia por Zapata y de que James cada vez que tenía el balón pateaba al arco desde cualquier parte (o bueno, a lo mejor por eso no se veía cómo iba a llegar el empate), y lo que apareció fue el 3-1 definitivo.
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Otra vez Rivera cobró una desatención defensiva: nadie lo cerró, nadie trató de pararlo, nadie ni siquiera le dijo algo, y él pateó de media distancia y nos despidió de nuestro Mundial.
"Todo tiene su final... nada dura para siempre", diría el sonero y sí, al menos fue bonito mientra duró.
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Repase las estadísticas del juego que ofrece Golcaracol.com http://www.caracoltv.com/golcaracol/detallepartido?game=112590&cup=mundialsub20