El exfutbolista fue un barranquillero de nacimiento, pero ibaguereño de corazón, ya que en el equipo 'vinotinto y oro' comenzó su prodigiosa carrera en 1955
Su nombre es inmortal en el mundo del deporte ya que escribió su propia historia en el Campeonato Mundial de Fútbol de 1962, en Chile, al marcar un gol olímpico. Es el único futbolista en todo el planeta que ha logrado esta hazaña en un torneo orbital.
Colombia jugó el 3 de junio en la ciudad de Arica, frente a la Selección de la Unión Soviética, y Marcos Coll fue el elegido por los dioses del Olimpo para convertirle una anotación histórica al ruso Lev Yashin, la Araña negra, considerado el mejor arquero de la época. Por eso, cada cuatro años, antes del torneo orbital, su nombre aparece en la libreta de todos los estadígrafos e historiadores del mundo. Incluso, en 1990, la Radio Televisión Italiana RAI, lo invitó en calidad de comentarista, y la FIFA lo condecoró por su valioso desempeño como futbolista de élite mundial.
Recuerda que su primera convocatoria fue en 1957, gracias al llamado del técnico Rodolfo Orlandini para disputar las eliminatorias al mundial de Suecia. El médico de aquel equipo era Gabriel Ochoa Uribe. Colombia quedó eliminada tras enfrentarse a Uruguay y Paraguay, que al final logró clasificar al campeonato de selecciones absolutas, ganado por Brasil. En aquel mundial de 1958 nació el más grande de todos los tiempos: Edson Arantes do Nascimento, Pelé.
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Marcos Coll fue un barranquillero de nacimiento, pero ibaguereño de corazón, ya que en el Deportes Tolima comenzó su prodigiosa carrera en 1955, estrenándose como profesional en un equipo que también debutaba en el campeonato.
Coll nació para el fútbol en un torneo departamental que se realizó en 1954, en Cali, y allí lo observó José Manuel el Charro Moreno, técnico del Medellín, quien de inmediato se lo llevó para la capital de la eterna primavera. Pero en el Poderoso de la montaña fue relegado al banco, ya que Medellín tenía un sinnúmero de estrellas de élite que no le prestaban la pelota a nadie. Por eso, se aburrió y se devolvió para su natal Barranquilla.
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El periodista Humberto Rodríguez Jaramillo le había hecho un seguimiento y, admirado ante las condiciones para jugar al fútbol, se lo recomendó al técnico Juan el Andarín Barbieri. De inmediato, los directivos, encabezados por Humberto el Pingo González, fueron hasta la arenosa para contratarlo, pero los padres se negaron a dejarlo ir a Ibagué. La razón: el miedo a la violencia que se generaba en el departamento del Tolima por la sublevación de los pájaros, como se les conocía a los bandoleros de la época.
Finalmente, los directivos pijaos lograron convencer a don Elías, el padre de Marcos, quién fue el árbitro que pitó el primer partido del fútbol profesional colombiano el 15 de agosto de 1948, y además el primer juez FIFA que tuvo nuestro país. Fue así como su hijo logró ponerse la camiseta del Deportes Tolima.
En la mitad del campo Marcos formó una pareja de lujo junto con Jamardo. Coll, por derecha, y el argentino, por izquierda. En el cuadro Vinotinto y oro jugó seis temporadas en su primera incursión, desde 1955 hasta 1960, cuando pasó al Bucaramanga. Después vistió los colores del América y retornó a Ibagué en 1966, aunque su carrera deportiva la terminó en el Junior. Con el Tolima jugó 244 partidos y marcó 44 goles, además fue el autor intelectual de una gran cantidad de pases que terminaron en la red contraria.
En su segunda estadía con Tolima, el presidente del club, Jorge Guzmán Molina, le encargó el equipo y lo nombró técnico, pero Coll aún quería seguir jugando. Dirige el final de la temporada y como era gran amigo de Óscar Severiano Ramos, técnico en ese momento del Caldas, lo recomendó con el dirigente del Vinotinto y al siguiente año empezó la época del criollismo.
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En Ibagué conoció a Rubí Montealegre, quien hoy es su esposa, y con quien tuvo a su primogénito Marquitos, nacido en la ciudad musical, y posteriormente a Mario, oriundo de la ciudad bonita, quien también actuó en la Selección Colombia, y tuvo la laboriosa tarea de marcar a Diego Maradona en la Copa América de 1987.
Por Nelson Enrique Ascencio
Del libro Tolima: una historia escrita en Vinotinto y oro
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