Cerca de diez mil aficionados del Real Madrid estuvieron dentro y fuera del escenario de Madrid. La distancia no evitó que el juego se viviera como si la pelota rodara allí. ¡Cerveza, el sabor de la gloria!
La final de la Liga de Campeones se jugó en Cardiff, pero se vivió, se sufrió y se celebró también a más de 1.900 kilómetros de aquella ciudad de Gales. El balón no necesitó rodar para que miles de aficionados del Real Madrid se citaran dentro y fuera del Estadio Santiago Bernabéu.
Las pantallas gigantes que el club dispuso en el escenario de La Castellana para los socios, así como la multitud que se tomó los bares de alrededor, formaron un ambiente como si el compromiso contra Juventus fuese allí mismo.
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En el bar del estadio, por ejemplo, no había un solo sitio libre. No había campo ni para el pesimismo.
Juanjo, un madridista de 47 años, llegó con toda su familia: esposa, tres hijos, dos nietos y suegra incluida.
Pensó en viajar a Cardiff, pero los casi diez mil euros que costaban los tiquetes, el alojamiento y las ocho entradas lo hicieron decidirse por reservar una mesa en el establecimiento del Bernabéu.
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El juego empezó con una tensa calma. Las tapas y cervezas iban y veníaN. Comer y beber combatía la ansiedad.
Pero en el minuto 19 del primer tiempo se escuchó el primer estruendo. Las diferentes señales de televisión hicieron que unos gritaran primero que otros.
Se formó una ola con el eco de los más de 20 bares que rodean el estadio con el gol de Cristiano. En las pantallas el tanto se repitió cinco veces. Y las cinco se celebraron a rabiar.
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Sin embargo, seis minutos después la fiesta se convirtió en silencio, en preocupación, en decepción y desconcierto.
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Mario Mandzukic los calló con una media volea espectacular. La cerveza se empezó a agotar más rápido. Los meseros redoblaron esfuerzos. El gol se pasó con sorbos amargos.
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Irónicamente, la trasmisión de televisión repitió el empate de la 'Juve' ¡ocho veces!
Apenas en los últimos minutos de la primera etapa los aficionados volvieron a alentar. Parecía como si no hubiera tiempo después del descanso. Como si no fueran capaces de aguantar la presión entre pecho y espalda.
El destino quiso que sufrieran hasta el minuto 60. De los cuatro goles que finalmente convirtió el Madrid, la anotación de Casemiro fue la que más se escuchó en toda Madrid, desde Alcobendas hasta Móstoles, dos puntos distantes de la ciudad.
La celebración de un gol y el prólogo del título. Ni el 3-1 (el segundo personal de Cristiano) ni el 4-1 de Asensio despertaron tanta algarabía como el del volante brasileño. Para los aficionados él fue el que sentenció la victoria.
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Las cervezas recobraron su sabor a gloria.
Terminó el partido y se levantaron las copas. En Cardiff, el grupo alzó la ‘orejona’ de la Champions y en el Bernabéu los hinchas brindaron por su historia.
Juanjo no sabía en cuánto iba la cuenta. Lo cierto es que su familia ya no sólo eran su esposa, sus hijos, nietos y la suegra.
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Invitaba cañas (cerveza en vaso) a cualquier que lo abrazara, a cualquiera que llevara su misma camiseta, la de campeones de Europa.
Por poco y hubiera gastado menos yendo a Cardiff.
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