Minuto 34 de la segunda parte. Santa Fe se había visto mejor después de una muy buena primera parte de Millonarios, y había empatado el juego con Omar Pérez tras el tanto inicial de su tocayo Vásquez. Sin embargo había un tiro libre y Luis Delgado trotó cerca de 70 metros para pedir que se lo dejaran cobrar.
Mayer Candelo habló con él, se miraron fijamente y sí, era claro que el arquero embajador iba a ser el ejecutor de esa falta de cerca de 30 metros apuntando al arco del que hasta hace unos meses fue su compañero, Robinson Zapata.
Delgado, que unas fechas atrás ya había hecho celebrar a la tribuna azul con un golazo frente a Once Caldas, el mismo que atajó el penal que le dio el título número 14 a Millonarios, el del drama familiar con el cáncer, el que muchos hinchas azules critican a pesar de todo eso, una vez más mostró que lo que le sobra es fe en sí mismo y se fajó un cobro tremendo que agarró lejos del palo derecho a Zapata y definió el clásico 109 para los azules.
La fiesta embajadora es tremenda, sin duda, pero confusa: en menos de un mes Millonarios le ganó dos veces a Santa Fe y venció una más a Nacional, sus dos archirrivales históricos, tal vez los dos mejores equipos del fútbol colombiano en cuanto a nómina y resultados, y aún así no está en la parte alta de la tabla porque ha dejado escapar puntos frente a rivales en el papel inferiores como Huila y Equidad.
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Así es el Millos de Juan Manuel Lillo; impredecible, con partidos terribles en los que parece un equipo aficionado y otros de tremendo orden táctico, como este clásico 277, en el que el camerunés M'Bami mostró su practicidad y colocación como volante central, en el que Dayro Moreno, Vásquez y Mayer Candelo hicieron trizas la defensa cardenal en el primer tiempo (el primer gol llegó así, precisamente: el capitán buscó al goleador que, con un toque, habilitó al norsantadereano), en el que Robayo y Vargas cumplieron por las bandas con sacrificio, salida y mucha generación de fútbol.
Sí, cuando uno ve al Millonarios de este clásico piensa que Lillo de verdad tiene su cuento. Santa Fe se dio cuenta y en el segundo tiempo sacó a Copete y con Ferreira trató de darle pelea en el medio campo, pero ahí volvió a ser determinante la figura de Omar Pérez.
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El 10 es el alma de Santa Fe. Si él pisa el acelerador el rojo es un equipo que complica, que asusta, que llega, y ese fue el Santa Fe de la segunda parte, el que empató gracias a una definición de crack suya al minuto 5, el que le apostó a hacer sentir su buena preparación física... pero no contaban con Luis Delgado y esa pierna derecha que ganó el clásico, el 277, el de la victoria 109 de Millonarios.