En la última oportunidad que tuvo, tras una falta que los colombianos cometieron contra Agüero, su remate, extrañamente defectuoso, salió del campo lejos de la portería rival.
Se cubrió la cara con un brazo, caminó hacia el centro del campo sin mirar el destino del balón tras el saque del portero colombiano Martínez. Raro en él. Estaba completando su peor partido con la selección argentina.
Messi fue una sombra de lo que es, de lo que demuestra a cada paso que da en una carrera fenomenal. Casi no pisó el área rival, no quedó nunca con el balón dominado frente a la meta adversaria y tampoco se perdió un gol, como suele suceder en el peor de los casos.
No pudo hilvanar un regate, le faltó velocidad y reacción y en 90 minutos apenas dio un pase gol a Lavezzi que tapo Martínez. El orden defensivo colombiano lo fagocitó y poco apoyo tuvo de sus compañeros de equipo, porque siguen sin ponerse a su altura.
Durante el encuentro con Bolivia, el primero de la Copa América, se le vio fastidioso, de mal humor, pese a lo cual fue el mejor jugador del campo. Esta vez, en Santa Fe, estaba liquidado.
Se puede calcular con ciertas precisiones cuáles han sido los mejores partidos de Messi. Y no son pocos.
Pero la pobreza del juego ante Colombia, su imposibilidad de reaccionar frente a la adversidad y ese gesto de desencanto que centenares de fotografías y vídeos reflejarán a estas horas indican que si éste no fue el peor con la Selección Argentina, lo parece.
Messi no lo pasa bien en la Copa América. Está a disgusto. Tiene bronca, está confundido.