Al Boca Juniors le servía para clasificarse un empate a cero o a uno por los dos tantos anotados en el encuentro de ida de los octavos en Montevideo (2-2), pero el equipo del Parque Rodó de la capital uruguaya lo apartó de la competición con carácter, actitud y equilibrio.
Fuera de lo que pudieron conseguir en otros tiempos los gloriosos Peñarol y Nacional, la conquista de los violetas se inscribe entre las más importantes del fútbol uruguayo en Buenos Aires, con un equipo que jugó con una gran limpieza, al punto de que no cedió un sólo tiro libre cerca de su área.
La derrota deja con la manos vacías al Boca Juniors en un semestre en el que descuidó la Liga argentina y volcó todos sus esfuerzos en el torneo continental.
La presión que ejerció el Defensor Sporting sobre el equipo argentino impidió que éste sacara provecho de su leve predominio en el juego desde los primeros minutos, por la falta de espacios y también por su escasa precisión con la pelota.
Los boquenses, con Riquelme como eje creativo, probaron atacar generalmente por la derecha con Rodrigo Palacio como lanzador en la búsqueda de Martín Palermo en el área, y la formación montevideana, como respuesta, lo hizo con balones altos que alteraron el orden defensivo local.
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El equipo que dirige el Jorge 'Polilla' Da Silva redujo los espacios de maniobras de su rival con el adelantamiento permanente de su defensa, que mostró una notable velocidad para volver a su posición cuando el Boca Juniors recuperaba el juego en la mitad del campo.
De esta manera, cada jugador del Boca estaba obligado a superar a dos rivales para progresar, lo cual reducía al mínimo su panorama de ataque y al quedar atrapado por un firme bloqueo perdía la pelota y el equilibrio.
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En ese contexto, un atento y despierto equipo uruguayo se aprovechó de una distracción boquense y De Souza abrió el marcador a los 27 minutos con un violento derechazo en una jugada tan profunda como sorpresiva tras una combinación de Julio Marchant y Pablo Pintos y una cesión de éste al autor del tanto.
El Boca Juniors profundizó su dominio, pero no estaba fino con la pelota, pese a lo cual convirtió en figura en la última parte del capítulo inicial al portero Martín Silva, que paró un remate de derecha de Cristian Chavéz y otro de cabeza de Sebastián Battaglia que tenían destino de gol.
Al equipo de Carlos Ischia también le faltaba velocidad y sorpresa; jugaba a media marcha e insistía en buscar a Palermo para que recogiera balones que casi siempre le llegaban sucios o raspados, o que eran rechazados por una línea de zagueros visitante sin fallos.
El portero boquense Abbondanzieri evitó una nueva caída de su portería en el comienzo de la segunda parte al detener un remate del lateral Pintos, en el momento en que el equipo local intentaba salir de su letargo y en una acción que pareció una seria advertencia del Defensor Sporting.
El Boca Juniors buscaba el empate y, como contrapartida, el equipo uruguayo llegaba más que en el primer tiempo a posiciones de ataque, como ocurrió a los 65 minutos, cuando el movedizo De Souza malogró una posibilidad inmejorable de anotar con un remate alto.
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La desesperación se apoderó del conjunto argentino, que intentó de todas las maneras posibles llegar al empate sin lastimar a un adversario seguro, sobrio, pétreo en su defensa.
El Defensor Sporting no necesitó llenar de jugadores su área para hacer frente a los embates de su oponente. Se las arregló con dos intervenciones del meta Silva en jugadas de alto riesgo y con salidas veloces y profundas que pudieron aportarle un mayor rédito en el marcador.
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