Los llamados ‘barrabravas’ de los equipos de fútbol colombianos son cortados con la misma tijera: niños y jovencitos que van a los estadios a consumir licor y drogas, que están camino de la perdición y que día a día le causan más daño a los clubes y al torneo en nuestro país.
No hace mucho, en uno de los primeros partidos de la Liga I-2017 del fútbol colombiano, cerca al estadio El Campín tres muchachitos, no superaban los 17 años, ataviados con la camiseta de uno de los clubes bogotanos a grito herido, y mientras sonreían, vociferaban: ‘basuco, basuco, basuco’…
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Su mirada era perdida, su apariencia desagradable y, la verdad, que a primera impresión producían miedo y de inmediato, lo que venía a la cabeza era buscar un cambio de acera o simplemente, hacerse el desentendido.
Así son, en un altísimo porcentaje, los integrantes de las ‘barrabravas’ de nuestros equipos. ¿A qué van a los estadios? A todo, menos a ver los partidos.
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Su miércoles, sábado o domingo de fútbol lo dedican a tomar licor desde tempranas horas, a consumir alucinógenos y en estado de inconciencia, también le suman a su actividad el hecho de pedir limosna, dizque para la boleta, y se dedican a asustar a los buenos hinchas o a los ciudadanos del común.
Todo este relato viene al caso, ya que el miércoles pasado nuevamente algunos vándalos y delincuentes, vestidos de verde y rojo, saltaron a la cancha del Pascual Guerrero para armar un tropel, crear zozobra burlando cualquier operativo policial y mostrando que en Colombia nos quedó grande controlar a los ‘guerrilleros’ del fútbol.
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¿Qué hacer? Preguntan unos y otros. Y ¡¡¡YA!!!, no hay de otra, se deben expulsar a esos barras de los estadios. La primera medida ejemplarizante sería impedir la entrada de las dos agrupaciones, que causaron problemas hace unas horas, al Pascual Guerrero y a Palmaseca por el resto del año. No más aguante, porque no los aguantamos más.
Y así, para el resto de estadios de Colombia. El que vaya a la cancha a empañar el espectáculo del fútbol, que no vuelva. Punto.
Esos muchachitos no tienen ni para la boleta, no se toman un agua en el estadio, no le hacen bien a los equipos, que dicen amar y querer, y no sirven para nada en las tribunas.
Que el colorido y la fiesta lo pongan en las gradas las personas que van a occidental u oriental, que las familias puedan volver, que los niños crezcan en los estadios viendo fútbol; bueno, malo y regular; y no contaminándose más ante la descomposición que hoy se ve en el entorno cercano a nuestro deporte preferido.