El delantero colombiano fue titular y disputó 75 minutos del triunfo de su equipo, que sigue soñando con poder quedarse en la primera división del fútbol español.
El Huesca sigue creyendo en el milagro de la salvación tras vencer este martes por 2-0 al Eibar, un triunfo 'obligado' porque de no haberlo logrado sus opciones de permanencia prácticamente se habrían esfumado.
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El conjunto aragonés se ha apuntado a la cofradía del clavo ardiendo y, a pesar de que su situación es agónica y parece tener un pie y medio en Segunda, se niega, por su tesón, a hacer buena lo que a todas luces parece una realidad inapelable.
En la posición de colista desde la sexta jornada de Liga, el equipo altoaragonés sigue obstinado en no dar su brazo a torcer y en hacer buenas a las matemáticas, que dicen que todavía es posible conseguir lo que a estas alturas de temporada parece una utopía.
Con el triunfo ante un conjunto armero con muchas bajas, el equipo de Francisco Rodríguez ha ganado una semana de vida, que para los más pesimistas supone prolongar la agonía una jornada más y para los más optimistas un motivo para creer en que la fe mueve montañas, a pesar de que la que tiene enfrente el Huesca es del tamaño del Everest.
El Huesca hizo hincar la rodilla a un Eibar que se jugaba poco en el envite porque se encuentra en una situación relativamente cómoda, gracias a las virtudes que le han llevado a no darse por vencido esta temporada, la fe en que la salvación es posible, la confianza en sus propias fuerzas, la entrega sin reservas y no levantar jamás la bandera blanca.
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Esta vez al Huesca no se le torció el partido y se llevó los tres puntos porque hizo de la necesidad virtud y dejó claro sobre el césped que era el que más necesitaba ganar.
Ambos equipos comenzaron el partido con la misma idea de juego, presión para robar el balón y fútbol directo pero sin precisión y con el objetivo primordial de no arriesgar nada en las cercanías del área propia.
Juego de mucho músculo y poca calidad, trabajado y luchado pero ausente de fútbol porque a ninguno de los dos le interesaba combinar mínimamente.
El Huesca, que era el que más se jugaba, comenzó muy encogido y con mucho miedo ante un rival con menos tensión. Aún así, y después de una primera hora con el balón volando de un lado al otro del campo sin ninguna elaboración, el Huesca comenzó a cercar la meta visitante.
En el minuto 32 tuvo la mejor ocasión con un centro desde la derecha de "Cucho" Hernández que fue rematado de cabeza por el central Xabi Etxeita a la cruceta.
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Los hombres de Francisco Rodríguez dominaron el último cuarto de hora del primer periodo con varios centros a los que, o bien no llegaron los rematadores o sus disparos posteriores eran tapados por la zaga armera, cuyo único disparo de la primera mitad llegó en el tiempo de prolongación del primer periodo y ni siquiera fue entre los tres palos.
El descanso no hizo variar el guión, con pocos espacios para las florituras y sí para la brega y el trabajo físico.
Sin embargo, lo que cambió fue el acierto. En una contra del equipo oscense llevada por la derecha, "Cucho" Hernández rescató in extremis un balón que se escapaba por una banda para poner un centro raso a Enric Gallego que, con un taconazo, puso por delante a los suyos.
Casi sin tiempo para digerir el tanto, el equipo vasco se vio con el segundo en contra, un gran gol de "Chimy" Ávila cuatro minutos después del logrado por Enric Gallego.
El argentino enganchó de volea el saque de un córner casi en la línea del área para anotar el segundo y cerrar prácticamente el partido porque tras el 2-0, y contrariamente a lo que se podía esperar, el Eibar no inquietó y los propietarios del terreno vivieron un tramo final del partido sin agobios, salvó un remate de Cardona en el minuto 85 que envió a las manos del meta local.
El pitido final liberó la tensión de la grada y provocó el delirio en el pequeño estadio El Alcoraz, que acabó repitiendo el habitual mantra de "sí se puede".
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