Los dirigidos por el argentino Mauricio Pochettino no dieron ‘su mejor cara’ en el partido de este sábado, frente a Liverpool, en la final de la Champions League 2018/19.
El Tottenham perdió su magia, la que le había traído a Madrid a base de remontadas increíbles, en menos de dos minutos sobre el Metropolitano, los que pasaron entre el pitido inicial, el penalti cometido por mano del francés Moussa Sissoko y el gol del egipcio Mohamed Salah, del que nunca se supo levantar.
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Una torpeza de Sissoko al defender al extremo senegalés del Liverpool Sadio Mané, provocó que el centro del extremo 'red' golpeara entre su hombro y su antebrazo. Una distancia estrecha en la que, a diferencia de otras como el fuera de juego, la tecnología aún no ofrece una interpretación unánime que permita salir de dudas, aunque tampoco las tuvo el colegiado esloveno Damir Skomina, que señaló sin titubeos el punto de penalti.
Salah aprovechó la situación con un disparo fuerte y centrado para darle una ventaja inesperada al Liverpool y hundir la moral del Tottenham, al que le ocurrió justo lo que Pochettino no quería: se convirtió en un equipo atenazado.
"Mañana hay que jugar como cuando eres un niño, no pensar que te están viendo millones de personas, sentirte como un equipo", reclamó el entrenador de Santa Fe (Argentina). Pero a su equipo le ocurrió todo lo contrario. Empezando por el propio Sissoko, que pasó a ser un mar de titubeos durante toda la primera mitad.
El gran esfuerzo de este Tottenham de Mauricio Pochettino, que había sido capaz de sobreponerse a un verano sin fichajes por la construcción del nuevo White Hart Lane, al 'destierro' a Wembley prolongado hasta marzo contra sus deseos, que dejó por el camino a rivales a fuerza de épica... Se perdió en un minuto y 49 segundos.
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Desapareció el equipo que había sido capaz de oponerse al Manchester City en la vuelta de octavos para responder a los goles 'skyblue' y acabar llevándose la eliminatoria; ni el que protagonizó una tremenda remontada en el Johann Cruyff Arena de Amsterdam. Nada de eso se vio en el Metropolitano.
Porque el Tottenham tuvo el balón en la primera mitad, pero no contaba con el espíritu ni la convicción para llegar a la portería de Allison. Es más, sufrió de lo lindo para superar la primera línea de presión de los tres delanteros del Liverpool, que acababa con los dos centrales casi encerrados junto al meta francés Hugo Lloris, que tenía que sacarse el balón de encima con un pelotazo.
Solo el surcoreano Son Heung-Min pareció dispuesto a agitar el ataque 'spur' con algunas internadas por su banda izquierda, y consiguió involucrar por fases a su lateral, Danny Rose, que intentó sumarse sin demasiado éxito. Perdido estaba también el habilidoso Delle Ali en la mediapunta, y demasiado lejos de la creación de juego el danés Christian Eriksen.
De un movimiento de Harry Kane, hasta entonces desasistido, surgió la mejor opción de los 'Spurs' en la primera parte, un contragolpe en el que el ariete tocó para Erikssen, cuyo pase largo ponía a Son ante Alisson; pero al surcoreano se le adelantó un veloz Trent-Alexander Arnold para evitar el peligro.
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Pese a sus urgencias, el Tottenham no inquietó ni una sola vez en la primera parte a Alisson, e incluso tuvo que ver una intervención de Lloris a un fuerte disparo de Andy Robertson antes del descanso. Pochettino se fue al descanso pensativo y regresó del túnel tras el intermedio mirando el horizonte, buscando respuestas.
Pareció que se agitaba el Tottenham al inicio de la primera mitad con un más activo Dele Alli, pero fueron todo aguas de borraja, porque más allá de provocar unos saques de esquina y un disparo alto del defensor Jan Vertonghen, el Liverpool apenas se vio en peligro.
Era necesario un revulsivo si Pochettino quería mantener viva la ambición de lograr la primera 'Champions' de la historia del Tottenham, y el preparador santafesino recurrió a quien le dio el pase a la final: el brasileño Lucas Moura, autor de un 'hat-trick'.
Su segundo cambio fue obligado por las molestias físicas de Sissoko, por las que tuvo que poner sobre el campo a Eric Dier, mientras Son intentaba, a fuerza de 'eslalons' entre la defensa rival y disparos rasos en el borde del área, intentar sorprender a Alisson.
Casi lo consigue en el 80, cuando el rechace del meta brasileño acabó en los pies de Moura, pero volvió a aparecer el meta gaucho para evitarlo. Ahí ya Pochettino decidió jugárselo todo al fútbol directo, con la entrada de Fernando Llorente, en busca de bajar centros para intentar el gol de la igualada. Pero el tanto de Origi enterró las aspiraciones londinenses y sentenció la final.
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