Se esperaba más de dos selecciones como Ghana y Nigeria, que el próximo verano competirán en el Mundial de Sudáfrica.
Mala cosa cuando toda una semifinal de la Copa de África no es capaz de llenar apenas medio estadio.
La trascendencia del partido no sirvió para que Ghana cambiara su apuesta. Y así, de un patadón, una contra y un córner, todo a una, marcó su gol. La colgó Asamoah desde la esquina al borde del área chica y por allí, anticipándose a Nwaneri, apareció Ryan, el delantero del Rennes, para batir de cabeza a Enyeama.
Era el minuto 21 y el de Ryan era el primer disparo entre los tres palos del partido. Nigeria, un equipo formado de nombres notables, un grupo al que se le suponen costuras pero que se ha destacado durante todo el campeonato por su irregularidad, mostró poco más que su rival.
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Su bagaje, en toda la primera parte, se redujo a un mal disparo de Martins, a cuyos pies cayó un balón rebotado, que sacó Kingson con una estirada más acrobática que necesaria.
A Ghana, con el viento de cola, se le da bien aguantar el chaparrón, comete faltas tácticas, interrumpe el juego, desquicia al rival y aguarda su contra. Y fue así como acabó el partido.
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Así pues, Ghana, tetracampeona de la Copa de África, tendrá el domingo la oportunidad de conseguir su quinto título, un trofeo que no levanta desde 1982.
Egipto nuevamante está en la final
El representativo egipcio se impuso a una Argelia que acabó con ocho jugadores en la segunda semifinal de la Copa de África tras un partido tan tosco como bonito e intenso.
Era un choque con hueso, el derbi norteafricano por excelencia. Durante días, la prensa de todo el continente africano llenó de especulaciones infinidad de páginas acerca de qué depararían los noventa minutos de la semifinal en el estadio de Banguela. Y lo que depararon fue un partido peludo, disputado y, sobre todo, bello.
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Desde el minuto uno ambos equipos respondieron a lo que se espera de un envite así. Egipto quería demostrar que su eliminación a manos de Argelia en la repesca para el Mundial de Sudáfrica fue un accidente. Argelia quería demostrar todo lo contrario.
En consecuencia, ambos equipos entraron al césped metidos de lleno en el partido, que empezó con intensidad, ritmo, pasión, pero también con fútbol.
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De hecho, el primer cuarto de hora fue de infarto. Megnhi lanzó cobró una falta lejana por encima del larguero egipcio. Egipto respondió con un centro envenenado de Fathi que no encontró rematador, y Hassan se quedó a dos centímetros de otro pase con rosca dos minutos después.
En las gradas había un ambiente de traca, casi inglés, y en el césped Guezzal y sobre todo Motaeb, que vio cómo el meta egipcio le sacaba imperial un disparo con veneno, a punto estuvieron de adelantar a Argelia.
Quiso poner algo de calma Egipto, un equipo físico y veloz, pero no demasiado feliz con el juego de ida y vuelta que amenazaba con convertir el partido en una ruleta rusa.
Y cuando se templó el fútbol, llegó el error de Argelina. Un balón que nunca debió sortear las piernas de su defensa adelantada dejó a Motaeb con metros por delante para encarar a Chaouchi. Fathallah persiguió a Motaeb, lo derribó en el área y se ganó la segunda amarilla. Penalti y expulsión.
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El balón lo envió a la red Hosni en el minuto 39, con 'paradinha' incluida, lo que le valió la tarjeta al meta argelino por protestar.
De pronto, los muchachos de Rabah Saadane se vieron con 50 minutos por delante, con un gol en contra y en inferioridad numérica ante el equipo que posiblemente mejor ha abanicado la pelota en lo que va de campeonato.
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No movió el banquillo Saadane en el descanso y, tras la reanudación, Egipto se hizo con el esférico y comenzó a crear ocasiones una tras otra que pudieron haber resuelto la semifinal mucho antes del gol de Zidan, en el minuto 64.
Zidan es la perla de 'Los Faraones'. Un tipo rápido como una ardilla, técnico como pocos y obsesionado con la portería contraria. Su gol, para enmarcar, es un premio al excelente torneo que esta cuajando.
Recibió en carrera, le hizo un nudo a Belhadj y sacó un zapatazo con la zurda desde quince metros que se coló por toda la escuadra de Chaouchi. Uno de los goles más brillantes del campeonato.
El segundo de Egipto fue un mazazo para Argelia, una cuchillada demasiado profunda para su orgullo herido, que se saldó con un navajazo por parte de Belhadj, autor de una entrada salvaje sobre Al Muhammadi que le valió la roja directa.
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El partido estaba roto. Con dos jugadores menos, Argelia pasó a ser un muñeco de trapo en manos de Egipto, que se tomó cumplida venganza de su eliminación para disputar el Mundial de Sudáfrica.
Aún vendría el tercero (min. 80), de Abdelshafi, y una buena colecciones de groseras patadas por parte de Argelia, desquiciada, entre ellas una de su portero, Chaouchi, que se cebó con Gedo y se ganó la expulsión.
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El cuarto tanto, testimonial y obra de Gedo, sirvió para cerrar la fiesta egipcia y echar más sal en la herida con las que los argelinos, uno de los mejores equipos del campeonato, regresan a casa.