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No me gusta Lionel Messi, ¿y qué?

Cuando el mundo se rinde a los pies de un enano, yo extraño las épocas del fútbol difícil, apretado, impredecible. Lo admito, soy tan fenómeno como el mejor futbolista del mundo. Antes de explicarlo, voy a reconocer que como Lionel Andrés Messi Cuccittini no hay otro en el balompié actual. Ni cercano, ni Cristiano. El genio argentino de la camiseta 10 respalda sus tres Balones de Oro de la FIFA día a día, fecha a fecha, gol tras gol. Calla tantas bocas -incluida la mía- que se le pone ya por encima de Pelé y Maradona, los dos mediáticos que dominan la historia universal. Es claro, Lionel Messi es el mejor del mundo y le ayuda que juega en el mejor equipo del mundo, en el que un tal Xavi y un fulano de apellido Iniesta le acompañan. Le hacen figura, mejor. El ‘romperecords’ profesional es aparte buena persona, hay que admitirlo. Por eso este escrito no es para dar palo, ni para desmembrar a un muchacho de 24 años que le da espectáculo al mundo con un balón. No. Es motivado por el gusto, por la melancolía, si acaso. Es una reminiscencia a tiempos en los que Messi no se robaba portadas, en los que el deporte más bonito que puede jugar un ser humano iba más allá de un solo nombre. De cuando un partido de Liga de Campeones era una auténtica confrontación y no una masacre en vivo. Por eso no me gusta ni Lionel Messi ni Barcelona, porque han hecho de cualquier rivalidad un plato fácil de comer. Antropófagos auténticos que digieren a grandes y chicos con una habilidad pocas veces vista, hasta en el momento actual, cuando la efervescencia de su juego se ha pasmado. ‘El Enano’ no tiene la culpa, ni más faltaba. Él hace lo que sabe, lo que le gusta. Su don. Tampoco el Barcelona, en el mejor instante de sus 112 años de vida. Menos los rivales, impávidos ante el banquete. Lo sé, soy lo que muchos llamarían ‘viejito chocho’. Seguramente evito disfrutar una escuadra y un futbolista que marcarán el deporte. Pero para mi, precisamente, el juego es lucha, es fricción, es emoción. Es plasmar en una cancha la vida misma. Bien pueden recordarme a mi mamá. Se llama Claudia, por si acaso. Sí les aclaro que ella no es culpable de mis exigencias. Quiero un fútbol más justo, más estrecho, menos predecible, menos Messi. Por: Ronny Suárez Hablemos en Twitter: @ronnysuarezgol

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