Cuando se preveía otro cabeza a cabeza entre el Real Madrid y el Barcelona, ahora por la Liga 2012-2013, todo se vino abajo con un equipo madridista entregado, a una gran distancia del culé y con un plantel desvencijado por las polémicas y los rumores de una eventual ruptura.
El portugués José Mourinho cumplió uno de los objetivos propuestos desde su llegada al club. Frenó la hegemonía del mejor Barcelona de la historia en el fútbol español y añadió una Liga más a su extenso palmarés como entrenador.
Le arrebató al Barcelona la corona liguera y para ello, con Cristiano Ronaldo como estandarte ofensivo, alcanzó cifras de récord: 100 puntos y 121 goles en 38 jornadas.
El éxito en la competición doméstica solventó la decepción de haber caído en los penaltis ante el Bayern Múnich en la semifinal de la Liga de Campeones. El cuadro bávaro, en el Santiago Bernabéu, los eliminó de la carrera por su décima Champions.
El título de Liga fue el premio y el reflejo a un equipo que enamoró por momentos pero que, sobre todo, mostró una tremenda pegada. Nueve puntos de ventaja separaron finalmente al conjunto de Mourinho de los dirigidos por Josep Guardiola, y para continuar la fiesta de los madridistas, el 29 de agosto consiguieron la Supercopa española ante el Barcelona, ahora dirigido por ‘Tito' Vilanova.
Cuatro meses después, sin alcanzar aún la mitad de la temporada, el panorama en la Casa Blanca es otro bien distinto porque el inicio de la temporada ha sumido al equipo casi en la depresión, a 16 puntos del Barcelona y a siete del Atlético de Madrid, y con Mourinho en el foco de la crítica mediática, sobre todo luego de dejar en el banquillo a Iker Casillas en La Rosaleda en el último encuentro ante el Málaga.
Las sensaciones, aunque aún quedan por delante la Copa del Rey (debe disputar la vuelta de octavos ante el Celta y remontar un 2-1 adverso ante el Celta de Vigo) y la Liga de Campeones (se medirá al Manchester United en octavos), son negativas.
El tercer año de la 'era Mou' comenzó y sigue convulso, con 'terremotos' internos y la Liga perdida antes de Navidad. Mourinho asegura que no va a dimitir ni teme por su puesto.
En La Rosaleda, Mourinho admitió que el fútbol no tiene memoria, ni los títulos ganados. Aseguró que se iría si sintiera que sus pupilos no lo quieren.
Para justificar tantos tropiezos, se refirió a la mala fortuna. Está claro que este Real Madrid, por juego y acierto, dista mucho del que se proclamó campeón hace menos de medio año. Para colmo, la situación fuera del campo, la paz que reclamó el presidente, Florentino Pérez, para huir de la tensión, no solo no ayuda, sino que complica notablemente el presente y el futuro inmediato.
El Real Madrid ha perdido ya en Liga 18 puntos, cuando en toda la campaña pasada cedió catorce. Pasó a octavos de la Liga de Campeones como segundo de grupo tras el Borussia Dortmund y en la Copa está obligado a remontar ante el Celta.
Sin el fútbol y la eficacia suficientes, con Mourinho en el patíbulo, el Real Madrid está obligado a recomponerse tras las vacaciones navideñas y echar mano del orgullo para al menos entrar en la pugna por el segundo puesto liguero, remontar en Copa y mantener vivo el anhelo de Champions, por otra parte el gran objetivo del club para esta temporada.