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Real Madrid encajó su cuarta derrota consecutiva en la despedida de Fabio Cannavaro

Con marcador de 1-3 a favor del Real Mallorca, el defensa italiano, uno de los jugadores más representativos del equipo blanco en los últimos años, le dijo adiós a su afición en el estadio Santiago Bernabéu. Otro que se despidió, pero entre silbidos, fue el técnico Juande Ramos.

El conjunto madridista está pagando su penitencia en el final de una temporada para el olvido. Crisis institucional y un mal momento deportivo, provocan el abandono de su afición en la despedida del Santiago Bernabéu.

El socio se quedó en casa y las gradas las ocuparon seguidores poco habituales que no esperaban ver a su equipo sin nada que jugarse en el penúltimo capítulo del campeonato nacional y que acabaron hastiados, saldando cuentas pendientes con silbidos a jugadores señalados.

Era el adiós de muchos. Entre todos se eleva la figura de Fabio Cannavaro, el último 'Balón de Oro' blanco, que regresa a su casa con dos Ligas y un trozo de corazón madridista. Pero las despedidas llegaban hasta el palco, donde Vicente Boluda presidía su último encuentro en el coliseo de la Castellana.

Para la mayoría pasará al recuerdo por una expresión que ha puesto de moda. El manido ‘chorreo' que se volteó con el Liverpool. Pocos reparan en la limpieza que realiza en el club para la entrada de nuevos dirigentes, y la modificación del polémico voto por correo que comenzó a hacer habitual en los juzgados al Real Madrid.

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Desde el banquillo se despedía Juande Ramos. El vapuleo del clásico le pasó factura y sus acciones han caído en picada. Nunca ofreció buen fútbol a su afición. Vivió de la euforia de una racha de jugadores hasta que fue atropellado por el Barcelona.

Sin nada por lo que luchar se vieron carencias de juego, sus futbolistas se dejaron llevar y cuentan cada uno de los últimos cuatro encuentros ligueros como un auténtico castigo.

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Pero Juande piensa en sí mismo y quería despedirse con un triunfo del Bernabéu.

Por eso alineó a lo mejor que tenía. Se olvidó de dar minutos a los jugadores menos habituales. De premiar el trabajo en entrenamientos de Jerzey Dudek o dar una alegría a canteranos. Acaba dejando imágenes desoladoras resumidas en el rostro de Iker Casillas. Pocos merecen tanto castigo.

De su último once en el Bernabéu dejó un detalle de futuro. Las numerosas bajas, especialmente defensivas, provocaron que Sergio Ramos acompañara a Cannavaro en el centro de la defensa. En el puesto que espera jugar la próxima temporada para intentar cumplir el vaticinio del italiano que lo bautizó como "el heredero de Maldini".

Un partido de fútbol en el que no hay nada en juego pierde toda su esencia. Si al futbolista se le quita la motivación, el fervor de la batalla, queda un espectáculo deslucido para el espectador que se aburre y convierte el Bernabéu en un "teatro". Frase con la que pasa a la posteridad Ramón Calderón.

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El silencio solo se interrumpió por la ovación cerrada en la despedida elegante de Cannavaro y los silbidos especialmente centrados en Royston Drenthe.

Llegaba el Real Mallorca con los deberes más que cumplidos al Bernabéu. Con una reacción manejada a la perfección por Gregorio Manzano que, con peor plantilla que la pasada campaña, cumple el objetivo de la salvación. La vuelta de Jurado, una de las últimas perlas de la cantera blanca, ponía el poco atractivo de un encuentro que acabó siendo un sopor para el aficionado.

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El Real Madrid no encontró el ritmo adecuado salvo cuando inventó jugadas el ‘Pipita' Higuaín o en acciones individuales de Arjen Robben. A los 20 minutos el argentino encontró premio a su incansable trabajo, rematando con la cabeza un centro de falta medido de Rafael Van der Vaart.

Solo un minuto después dejó una nueva prueba de su crecimiento. Higuaín sí aprovechó la temporada para dar un salto de calidad. Un recorte en la frontal con la cabeza levantada para ver adelantado a Moyá, y lanzar un disparo picado plano que rozó el larguero.

Dos acciones consecutivas hacían pensar al espectador que podía divertirse, pero la falta de intensidad defensiva tiró todo por tierra. La primera muestra la dio Aduriz, que se fue solo hasta el área, para dejar el balón a Arango, quien con todo a placer superó a Casillas por bajo (min.27).

Sin nada en juego los goles podían animar la noche pero el Real Madrid se apagó.

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Higuaín pudo adelantar de nuevo a su equipo cinco minutos después de encajar el gol, pero con Robben solo ante la portería, optó por el disparo, como queriendo cobrarle viejas deudas de pases que nunca llegaron del holandés.

En la reanudación al Real Madrid le faltó la motivación de su rival, que vio una nueva oportunidad de vencer en un estadio donde ha dejado triunfos para el recuerdo, en especial aquel liderado por Samuel Eto'o con celebraciones de tantos dirigidas al palco.

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Varela avisó con un disparo lejano a Casillas de lo que estaba por llegar. Mientras la grada se reía de Julien Faubert cuando saltó a calentar y los cambios de Juande Ramos eran un auténtico 'marrón' para el sustituido. El primer elegido fue Klass Jan Huntelaar, desaparecido en combate, que se retiró entre pitos que tomaron más potencia cuando Drenthe saltó al terreno de juego. El madridismo no silba a jugadores, sino a una propuesta desacertada.

En ese ambiente llegaron dos golazos del Real Mallorca. Encontró premio a su seriedad con una acción brillante del brasileño Cleber Santana. Se marchó de todo el que le salió al paso repitiendo regate y ubicó en la escuadra un disparo templado.

Keita cerró la fiesta mallorquinista con un nuevo disparo a la escuadra del cariacontecido Casillas.

Al Real Madrid no le quedan fuerzas para más remontadas. Higuaín puso el ímpetu, Marcelo y Robben los disparos desacertados y el público una despedida con bronca que cierra un ciclo.

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Cannavaro merecía otro final. Su vuelta al ruedo por lo menos levantó los aplausos de los pocos seguidores que aguantaron hasta el final. Se acerca el momento de la reestructuración del club en todos sus ámbitos.

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