"... ¿Y qué más puedo decir?...son tantas cosas por escribir en esta carta, tantas. ¡Eras mi amiga!, no sabes cuánto me dolió que me dejaras..."
Ella quiere ser ciclista. Después de 16 años entregándole la vida a un balón de fútbol, Yady Vanessa Fernández hoy quiere ser ciclista, no se sabe si hay un plan predestinado para cada ser humano; en todo caso, a Yady la vida le jugó un mal pase; su vida cambió como jamás llegó a pensarlo, cambió para jamás regresar al pasado, cambió para decirle que ahora, quizá, su futuro sea en una cicla y no, en una cancha.
Yady Fernández tiene 22 años, mide 1,62, tez morena. Pelo largo y lacio, ojos grandes y negros, nariz respingada, labios pequeños, es delgada, su cuerpo es torneado. Tiene las medidas casi perfectas para ser considerada la belleza hecha mujer. Tal vez, esa pasión que desde muy pequeña la llevó a practicar diversos deportes, hizo que su cuerpo reflejara la feminidad y sensualidad que representa a la mujer colombiana, a la mujer valluna.
Sin importar lo que muchos puedan pensar, en su camino ha visto cómo el fútbol femenino ha sido despreciado; ella tiene y tendrá la plena convicción que no hay deporte más lindo en el mundo, que el balompié. Por esto a los 6 años ya pateaba un balón, tenía un sentimiento en esa parte donde al parecer convergen todas las sensaciones; en su estómago, un corrientazo la llenaba de emoción cada vez que gritaba gol, ese mismo corrientazo que la ayudó a entender que el fútbol sería lo que quería hacer para toda la vida. Pero ya no será así.
Publicidad
La travesía detrás de una prótesis
Publicidad
Son las 2:00 de la tarde de un 25 de septiembre de 2014, en la sala de espera del hotel del SENA solo se oyen los ruidos de carros que pasan por la avenida NQS y uno que otro murmullo entre las recepcionistas, por lo demás, todo es silencio. El único ascensor del piso se abre; unos golpes suaves, uno tras otro, delatan los pasos de alguien que usa bastones ortopédicos.
-Qué pena la demora, pero es que esto de ponerme la prótesis todavía me toma tiempo.
El SENA, hace dos días le entregó una prótesis para la pierna izquierda, ahora, ella debe aprender a manejarla sin usar bastones; debe saber cuál es la técnica para lograr ponerse su "nueva pierna" sin tanta demora. Este no será un camino fácil, tampoco corto; pero sabe que el tiempo y su fuerza, le ayudarán a salir adelante.
La travesía es larga, es su segundo día de terapia, así que no quiere llegar tarde, entre más tiempo entrene, mejor. Primero debe subir tres pequeños escalones, abrir una puerta que por el chirrido delata su antigüedad, está un poco pegada por lo que debe hacer mucha fuerza para lograr abrirla. Detrás de esa puerta, un sin número de mundos.
Publicidad
Cocineros con delantales y gorros blancos hablan de una estrategia, se preparan para crear una nueva receta de comida, los de los gorros deben moverse contra la pared para dar espacio a Yady mientras atraviesa un angosto pasillo donde solo caben dos personas de lado. Después de casi cinco minutos entre olores frutales, el pasadizo en forma de laberinto termina en un restaurante totalmente vacío.
La luz del sol vuelve a mostrar su cara, ahora el reto para Yady, será bajar una rampa en piedra áspera que llega hasta unas canchas de microfútbol, son aproximadamente seis metros que debe recorrer muy despacio, pues una de las grandes dificultades está en hacer el apoyo a la "nueva pierna".
Publicidad
Yady camina siempre observando su prótesis, la mira como queriendo asimilar que es algo nuevo en ella, la mira tratando de decirle que haga las cosas bien, o tal vez la mira, temiendo que vaya a caer.
-Ve, estoy caminando como tarada, ¿tú me ves el pie torcido?
-No.
-¡Miralo!, se me tuerce, qué pasado...
Publicidad
Los estudiantes que comen y juegan fútbol, si acaso determinan que alguien está pasando por ahí, ninguno espera a que ella avance sin ningún contratiempo; quizá un balonazo que no pueda esquivar o cabecear.
Otra rampa la espera, esta vez de subida, no es tan larga, pero es igual de angosta al pasillo de los cocineros de gorro blanco, al final hay una puerta con dos celadores que hacen control de entrada.
Publicidad
-Buenos tardes señorita, ¿cómo va esa recuperación?
-Bien, gracias cela.
-Me alegra mucho.
-¡Vé! qué de buenas sos Leidy, no te pusieron problema para la entrada. Acá solo dejan ingresar a personas autorizadas.
Publicidad
Ya faltaba poco para llegar al lugar, solo quince metros más y dos puertas de vidrio separaban a Yady se su terapia. Al lado derecho, dos oficinas, más adelante, piernas y pies en diferentes estilos, tamaños y colores; una vitrina completa que albergaba modelos de prótesis con los que los instructores se guían para trabajar. Otra puerta más, solo una más, para empezar con los ejercicios.
Un cuarto totalmente blanco, pequeño, tiene dos pasamanos en el centro, formando un camino no muy largo. Al frente un espejo, a los lados solo sillas y una mesa con un computador. El ambiente es tranquilo y silencioso, no hay estudiantes ni médicos ni profesores. Yady se sienta muy despacio, no necesita ayuda, la rodilla de la prótesis se dobla a medida que ella baja, pues esta tiene ayudas flexoras y extensoras que permiten cumplir la función de flexión, saca su celular y chatea mientras el instructor llega.
Publicidad
Han pasado cinco minutos y ese silencio casi sepulcral es irrumpido por ocho hombres que entran riendo a carcajadas por algo que solo ellos entienden, hablan y hablan entre dientes. Yady no les quita la mirada, sonríe constantemente, por momentos intenta decir algo; esta expresión refleja ese interés de participar en la conversación. Muy rápido y sin que los hombres le cuenten de qué hablan, ella se involucra en el tema y entonces empieza a reír a carcajadas también. Finalmente, aparece Jairo Romero, el instructor con el que comenzará la terapia.
Manda sus manos hacia la cintura y baja su sudadera. Uno de los ocho hombres que hace poco había entrado, ayuda a sacar el pantalón de la parte del pie de la prótesis.
-¿Me pasás mi maleta?
Guarda su pantalón, saca una bolsa de tela verde, mira la hora: son las 3:00 de la tarde. Coge el socket, que es la parte superior de la prótesis desde donde se agarra el muñón, o sea, desde la parte de pierna que quedó después del accidente. Lo hala y entonces le pasa su pierna nueva a Jairo.
Publicidad
-Mirá Jairo, que me está tallando mucho aquí atrás.
-¿Dónde?
Publicidad
-En este huesito de nalga.
-Es normal, eso con el tiempo lo vamos a trabajar. La idea es que tú salgas sin ninguna molestia de acá.
Jairo Romero es experto en órtesis y prótesis, ha estado a cargo del proceso de adaptación de Yady a su nueva vida, dice que "las expectativas eran muy bajas, pues, el muñón que le quedó es realmente corto, ¿cómo íbamos a agarrar esa prótesis de su muñón?, era la duda, porque cuando los muñones son muy cortos hay dificultades para enganchar ese segmento". Esto ha generado que el trabajo con el socket sea bastante grande, casi todas las veces que ella va a terapia deben hacer un ajuste nuevo para evitar las molestias. Esa tarde, no fue diferente, uno de los ocho hombres, estudiantes-practicantes, se llevan "la pierna" para hacer los arreglos necesarios; entre tanto, Yady debe permanecer sentada. Nuevamente saca su celular, le muestra a Jairo todas las fotos que ha subido a Facebook, y cuenta que un día alguien hizo un comentario ofensivo hacia su situación.
-Yo subí una foto, y un tipo me escribe algo burlándose. Lo eliminé. ¡Que vaya a burlarse de su abuela!... Jairo, mirá que ayer estuve entrenando en la habitación, ¿querés ver?
Publicidad
-Claro.
Reproduce un vídeo. Está ella caminando de un lado a otro, el cuarto es oscuro, solo se ve los reflejos del televisor. Acaba el vídeo y nuevamente todo queda en silencio. Ya ha pasado casi una hora desde que se llevaron la prótesis, ella no ha pronunciado más palabras, solo por instantes ha echado un vistazo a su muñón, lo ha masajeado una y otra vez.
Publicidad
-¿Qué hora es?
-Las 4:00
-Mi abuelo me daba café en leche de polvo, con queso, siempre a las seis de la tarde.
Vuelve a coger su muñón y no dice nada más. Este fue uno más de los extraños comentarios que ella de repente suele dar; no sabe de dónde vienen, posiblemente estaba recordando sus épocas de niñez cuando vivía con sus abuelos, cuando solía ponerse las cosas de ellos y jugar hasta el cansancio. Unos abuelos que siempre la apoyaron en su carrera de futbolista.
Publicidad
Pocos minutos después, aparece el hombre que se llevó la prótesis, al parecer el error está corregido. Yady coge esa bolsa verde que había sacado de su maleta, la pone en su muñón y empieza el procedimiento de ponerse su pierna. Primero debe ajustar muy bien su socket, ver que este no deje la pierna torcida. Cuando la prótesis esté en el lugar indicado, por medio de un pequeño hueco que tiene el socket en la parte interna, hala la bolsa verde; esta, solo es una ayuda para que el socket no se desprenda de la pierna fácilmente cuando se está poniendo. Debe halar con fuerza hasta que salga toda la bolsa y cuando esta haya salido, debe ponerle una tapa para sellar el hueco.
-¿Cómo la sientes?, pregunta Jairo.
Publicidad
-Parece que ahora sí, pero dejame caminar a ver si lo siento.
Se agarra de los pasamanos, va y vuelve varias veces, dice no sentir el dolor, pero hay algo que le sigue molestando enormemente. No ha logrado que su pie deje de verse torcido, cada vez que da un paso, este se sale hacia los costados, y pese a que el doctor afirma que es cuestión de tiempo para que eso deje de pasar, ella quiere seguir intentando hasta que deje de suceder. Además, no logra que su rodilla se flexione de manera natural, y aunque es consciente que para doblarla necesita saber y practicar la técnica, no quiere irse hasta que lo logre.
Son las 5:40 de la tarde, sus ojos se cierran lentamente por momentos, las risas han desaparecido de su rostro, las preguntas a Jairo se han acabado, su cara muestra ese cansancio de todo un día intentando manejar una prótesis con la que, hasta ahora se está familiarizando. Uno de los hombres le dice, que deje así, que se vaya a descansar, ella de una manera enfática dice "¡no!" y vuelve a caminar de un lado a otro. Por momentos dobla la rodilla, son instantes, solo pequeños instantes donde consigue hacer lo que desea.
Una pasión por el balón
Publicidad
Yady Fernández nació en Palmira, a los 12 años se fue a vivir a España, allá entró a una escuela de fútbol femenino. Siempre estaba en una categoría inferior, pues, su edad no le permitía jugar con sus amigas; sin embargo, por momentos el profesor de una categoría mayor la llamaba a jugar, al conocer las capacidades que esta delantera tenía en la cancha.
-Con unas amigas hicimos un equipo, todas se fueron a la B, yo me quedé en la categoría infantil. Pero yo entrenaba en infantil por las mañanas y de noche había un partido en la categoría B y el entrenador me decía: "estás convocada para esta noche". Y yo feliz, porque me cogía para los dos y más jugaba.
Publicidad
Mordió sus labios inferiores, y sonrió. Hablar de sus inicios en el fútbol al parecer le causaba una alegría que reflejaba callando y riendo por momentos.
Después de un tiempo en la escuela de fútbol, pasó a jugar al Club Deportivo Achamán. Allí aprendió todo lo que debía saber del deporte rey; creció como mujer y futbolista. Y aunque inicialmente su pasión y diversión era anotar goles, poco a poco ese gusto fue cambiando.
España tiene fútbol profesional femenino hace más de 15 años, las ligas se juegan por categorías, y se avanza solo si se gana. Yady empezó en infantil, subió a la B, después ayudó para que su equipo llegara a la Liga Nacional, que es lo más grande que se ve en la Isla Gran Canaria, donde ella vivía. El siguiente paso sería lograr jugar contra los equipos de la península: Barcelona, Atlético de Madrid y Real Madrid.
-Recuerdo mucho un partido. Yo estaba en el banquillo, a diez minutos para que se acabara el encuentro, entré y hubo un centro de esquina. Yo me fui al primer palo, cabeceé, fue por toda la escuadra. ¡Un golazo! Y ese gol nos dio la victoria, el desempate, entonces ganamos la liga y fuimos a la Liga Nacional.
Yady es considerada por su equipo como una deportista con potencia, velocidad, fuerza, decisiva, "era una jugadora ejemplar -cuenta Nazaret, amiga y compañera en el equipo Achamán-, nunca se quejaba y siempre trabajaba para crecer más". Era la risa, la alegría antes, durante y después de un partido. "Me gustaba reírme mucho de las personas, haciéndole sombreros, cualquier cosita así, eso sí me alegraba. Me iba sonriendo después de eso", recuerda Yady.
Publicidad
En los últimos años que debutó con su equipo la gustaba la posición de interior. Esta tiene la función de ir corriendo por la banda, cuando se esté cerca de la portería contraria se puede: tirar hacia ‘el muñeco' como le llaman en España al portero, o dar un pase al primer o segundo palo, y como última opción dar un pase hacia atrás para que una compañera llegue y remate. "Eso es lo que más me gustaba hacer -dice Yady mientras busca algo en su celular-, siempre me salía todo bien así, sí, sí".
En el año 2011, cuando el Director Técnico Ricardo Rozo dirigía la Selección Colombia Femenina, Yady fue preseleccionada. Era la primera vez que Colombia haría presencia en un mundial femenino; Alemania fue la sede donde se llevó a cabo el campeonato, y aunque Yady hizo todo el proceso de concentración con la tricolor, los cupos no alcanzaron para que el profe Rozo la llevara a la competencia.
Publicidad
La noche en que todo cambió
Eran las 3:00 p.m., de un 16 de febrero. Yady que se encontraba de vacaciones en Ecuador, dormía en la casa de un familiar suyo en Guayaquil. En ese momento un primo llegó, le dijo que se arreglara, que salieran. Ella no quería ir, prefería quedarse en casa; sin embargo, él la convenció.
Yady se arregló, se puso unos Converse blancos, su primo le dijo que mejor se pusiera unas botas, y así fue. Ya estaba todo listo, Yady y su primo, un médico cirujano de 37 años, subieron a la motocicleta y tomaron rumbo hacia el balneario de Montañita, en el norte de Santa Elena. Lo que nadie jamás imaginó, fue que esa noche la vida les cambiaría radicalmente.
Según un informe del 2013 de la (OMS), Organización Mundial de la Salud, Ecuador es el segundo país con más muertes por accidentes de tránsito en América Latina. Yady y su primo no escaparon de estas cifras.
Publicidad
En la autopista que lleva de Guayaquil a Montañita, un carro conducido por un integrante de la Fuerza Aérea de ese país invadió el carril contrario; de frente se encontró con una motocicleta. El militar que al parecer estaba alcoholizado acabó con las esperanzas, los sueños, la vida de dos seres. Yady y su primo, fueron arrollados esa noche por alguien que huyó sin contemplación.
Ese preciso momento, fue el final de una vida, quizás, el reinicio de otra. El médico murió desangrado. Yady seguía ahí, tirada en el suelo, ante la mirada de muchas personas ociosas que solo tomaban fotografías y vídeos para subir a internet. Yady no tiene muchos recuerdos del hecho, solo sabe, que al llegar al hospital dio su nombre y los números telefónicos de la casa.
Publicidad
Selene Bravo, madre de Yady, cuenta que estaba en la casa, en Guayaquil, cuando recibió una llamada; era un amigo de su primo. Él le dijo que tanto el médico como Yady habían muerto en un accidente de tránsito.
"Me quedé en shock, nunca reaccioné. Mi hermana estaba conmigo, si no hubiese sido por ella, no sé que habría sido de mí. Ha sido lo más duro de mi vida, lo más duro. Yo no supe actuar. Yady es lo único que yo tengo, es mi única hija. Es lo peor, lo peor que ha pasado en mi vida", expresa Selene.
Yady no había muerto, estaba desangrándose por la pérdida de su pierna. En el colapso, dos o tres centímetros más arriba de la rodilla, su pierna izquierda se cercenó. La sangre no paraba, la infección crecía, solo un hombre "de buen corazón" como dice Selene, fue quien le colocó una venda y le hizo un torniquete para evitar mayor infección. Pero ya era tarde.
El amigo del médico, quien dio la noticia a Selene, llamó a los bomberos y a la policía, preguntó en qué parte había sido el accidente, dónde estaba, si era verdad que habían muerto. La respuesta que obtuvo no fue alentadora. La muerte del médico fue confirmada. De Yady por su parte, se decía que estaba muy grave, en coma, en el Hospital de Santa Elena.
Publicidad
"Cuando llegué al hospital, los médicos lo primero que me pasaron fue la pierna de mi hija, y eso para mí, fue mortal", la voz de Selene se entrecorta, pasa unos segundos en silencio y vuelve a decir: "No me dijeron mucho, que estaba grave, que estaba en cirugía. Los médicos de Ecuador son sin alma y sin corazón, no me dijeron nada, solo me entregaron la pierna".
Como Yady pasó más de treinta minutos en el piso donde tuvo el accidente, la infección fue subiendo. El torniquete que el señor le hizo, no evitó que tuvieran que amputarle la pierna más arriba, donde empieza el muslo, el torniquete no evitó que Yady perdiera casi dieciocho litros de sangre, probablemente, si la ambulancia no hubiera demorado tanto, entonces sí se hubiera evitado muchas cosas.
Publicidad
Fueron ocho días en el Hospital de Santa Elena, ocho días que pasaron como 8 años para Yady. Luego de algunas intervenciones quirúrgicas, ella volvió a retomar conciencia de su alrededor. Recuerda el dolor en sus brazos tras cada chuzada, recuerda los problemas para lograr ser atendida como un ser humano.
-Mirá que tuve...eso que se te hincha la mano...celulitis, entonces de tanto que me metían inyecciones en el brazo, se me bajó el hierro, y el hierro tiene unas cosas que son muy duras y eso obstruye las venas. Pues se me dañaron las venas y me salió una celulitis grandísima, y venían las enfermeras a chuzarme nuevamente ahí. Un día ya no aguanté y les dije: no más, chucen el otro, este brazo ya no me lo tocan.
Estas palabras las pronuncia casi seis meses después del incidente, y aún en su brazo izquierdo se ve las secuelas: una especie de mancha arrugada que no es otra cosa que una de las marcas del accidente que no ha querido borrarse de su piel.
-En otra ocasión el problema fue con el catéter. Los glóbulos de sangre se meten en la aguja, entonces se tapona. Las enfermeras tienen un líquido, lo presionan para que la sangre salga de ahí. Un día uno va y me hace duro, me da un corrientazo en el brazo; de verdad me dolió mucho. Un primo que estaba ahí, se peleó con el tipo y le dijo que no fuera tan bruto para tratarme.
Publicidad
Después de esto, vendrían más grandes y peores inconvenientes. La familia de Yady no tiene muchos recursos económicos, solo lo justo para vivir bien. Selene es madre soltera, su esposo murió cuando Yady tenía 6 años. Esa situación obligó a Selene a abandonar su país (Colombia) para irse a trabajar a un lugar que le ofrecía mejores oportunidades. En la Madre Patria estaba su lugar de residencia, por lo que, el estar en un país extraño hacía que sus condiciones fueran más complicadas.
-Cuando el hospital vio que no había dinero no me iban a operar, me iban a dejar el muñón abierto, solo que el Consulado colombiano fue y alegó: "trátenme a la niña bien", y pues, la jugada salió bien en ese sentido. Lo operaron, me lo cerraron y lo dejaron bien.
Publicidad
Las negligencias médicas no paraban ahí. Yady pasó de un accidente a una odisea por salvar su vida; una lucha contra los médicos. Cada día las esperanzas parecían acortarse, y su condición no le permitía ser traslada de hospital. Selene era una de las personas que más padecía todo esto -¿cómo ayudar a su hija?-, era uno de los tantos cuestionamientos en su cabeza. Selene no hablaba con nadie, ni los calmantes la lograban sacar del desespero en que se encontraba. En su rostro, una mirada sin rumbo, una mirada vacía cada vez que habla del tema, en ella se refleja el dolor de madre al recordar por todo lo que ha tenido que pasar su hija.
-A mi niña me le colocaron una sangre que no era. La niña entró en un paro cardiorrespiratorio y la iban a entubar. Yady tenía tres días del accidente cuando le colocaron esa sangre que no era, porque había perdido mucha. En ese momento mi familia intervino, no la dejaron entubar porque ella tenía un líquido en el pulmón izquierdo. Tenía el páncreas y el hígado inflamado. Entonces mi hermana llamó al director del hospital, habló con él y pues con la careta esa de oxigeno, fue saliendo adelante. También con muchas oraciones y fe de que todo iba a estar bien. Pero si la hubiesen entubado, todo sería diferente.
De regreso al deporte
Días después de la llegada de Yady a Colombia, las visitas y palabras de apoyo, no se hicieron esperar. El 23 de mayo cuando cientos de colombianos gritaban de emoción, despidiendo a la Selección Colombia rumbo a Brasil 2014, Yady era homenajeada en el protocolo preliminar a la celebración, era el momento preciso para que las entidades deportivas del país entregaran el apoyo que esta deportista necesitaba. Una fotografía con el Presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Luis Bedoya, parecía ser la muestra de una reunión, donde tal vez, le ofrecerían ayuda. No fue así, "ese señor me dijo que no me iba a dar nada", afirma Yady.
Publicidad
De igual manera, pasó con Andrés Botero, Director de Coldeportes, entidad encargada de apoyar a los deportistas colombianos: "Andrés me dijo frente a las cámaras que me iba ayudar, pero nada, -cuenta Yady con un poco de tristeza en su voz-, la única que verdaderamente me cumplió fue Gina Parody".
El Centro de Diseño y Metrología del SENA, ha sido el encargado de ensamblar la prótesis, cada una de las piezas de la misma son traídas de ciertas partes, en la Escuela de órtesis y prótesis se hace todos los ajustes necesarios. La idea de ayudar a Yady, salió de la Ministra de Educación, antes Directora del SENA, Gina Parody, quien tras escuchar en una emisora lo que le había pasado a la deportista colombiana, decidió pedir a Jairo Romero que se encargara de todo, era un compromiso que ellos querían adquirir desde la institución.
Publicidad
-Nosotros viajamos en comisión hasta Palmira, para hacer una valoración de Yady, fue la primera vez que nos vimos con ella. En ese entonces determinamos que todavía necesitaba terapia física. Necesitaba una consolidación de las fracturas, la condición del muñón no era el adecuado, por eso se dio un tiempo de espera para iniciarse el tratamiento-, cuenta Jairo.
Nunca la abandonaron. Cuando Yady estaba lista para recibir su nueva pierna, fue traída a la ciudad de Bogotá, donde se empezó todo el proceso de adaptación y manejo de la prótesis. Fue un arduo trabajo de parte y parte, para que en dos meses la deportista saliera adelante.
La prótesis entregada por el SENA oscila entre los curenta millones, tomando en cuenta materiales y mano de obra. Además está diseñada para el diario vivir de una persona, por lo que Yady no podrá practicar ningún deporte con esta porque corre el riesgo que se dañe.
Yady ha iniciado una serie de campañas para recoger el dinero que necesita para comprar una prótesis semibiónica, que estará conectada con su cerebro y permitirá que las órdenes que ella mande desde su cabeza la pierna las reciba directamente, además corregirá esos problemas que no ha logrado con la entregada por el SENA. Si al dar un paso, lo da torcido, la prótesis automáticamente se mueve hasta el punto correcto. Además es una prótesis que cumple las funciones de alto rendimiento, lo que ayudaría a Yady a ingresar a un nuevo deporte. En su caso, el ciclismo. Ella quiere ser ciclista.
Publicidad
174 millones es el valor de la prótesis semibiónica; 174 millones que Yady no tiene. Aun cuando Andrés Botero dijo que la ayudaría, hasta el sol de la mañana del 29 de septiembre, ella no ha visto nada. Botero por su parte asegura haber estado en todo el proceso de recuperación de la deportista: "Hemos brindado apoyo desde el principio. A ella no se le podía poner una prótesis hasta que no le cicatrizara la pierna. En la última visita le ofrecimos la prótesis que ella está requiriendo, ya nos pasaron la cotización, es bastante costosa; pero está el compromiso de por medio. Y a través de unos recursos que le vamos a dar al Comité Paralímpico le vamos a conseguir esa prótesis para que pueda tener una vida normal y pueda ingresar al ciclismo. Con la Federación Colombiana de Ciclismo la estaremos apoyando", afirma.
En todo caso, Yady dice solo haber recibido la visita de José Castro, entrenador de la Federación Colombiana de Ciclismo, él la capacitará para que esta se reintegre a la vida deportiva. Además necesita la bicicleta especial, que podrá manejar de dos formas: primero pedalear con la prótesis, esta tendría en la parte final una zapatilla de competencia con un dispositivo que se une al pedal y que queda fijo, lo que hará que se pueda hacer el empuje y la tracción en el pedaleo. Otra manera, es con una cicla donde pueda poner su muñón y pedalear solo con su pierna derecha.
Publicidad
Para lograr todo esto, Yady debe comprar la prótesis con sus propios recursos; como no los tiene, ha realizado un banquete simbólico con el valor de 100 mil pesos, recolección de tapas plásticas, partidos benéficos, eventos que permitan recoger el dinero que "las entidades deportivas no han entregado", dice Yady.
"Me extraña mucho que ella esté haciendo eso, porque hace unos días hablamos, estaba muy contenta, solo estoy esperando que esta semana me trasladen unos recursos del Ministerio de Hacienda. Se mandan para el Comité Paralímpico y se pueda hacer la consecución de la bicicleta", expresa Botero.
El último adiós
Yady siempre sonríe. Tiene una gran facilidad de no dejar caer su ánimo por ninguna situación. Su accidente jamás ha sido un impedimento para terminar con sus sueños, y esas ganas de verse nuevamente bien, le han ayudado a avanzar a pasos agigantados en su recuperación física y psicológica.
Publicidad
Después de dos meses entre agujas, exámenes, procedimientos erróneos en Ecuador, Yady es trasladada a su país, a su tierra. El 8 de abril, el alcalde de Palmira, José Ritter López, junto a Carolina Franco, psicóloga, y un grupo de danza recibían a Yady en el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón. Desde ese día la alcaldía de Palmira le ofreció su ayuda incondicional, por eso Carolina Franco inició con ella un proceso de recuperación psicológico, no muy largo, según cuenta: "Yady es una mujer valiente, la verdad que como psicóloga me ha generado sorpresa, porque es muy difícil encontrar pacientes con el ánimo de ella ante una amputación. Sin embargo, lo normal y como cualquier otra persona tiene momentos de tristeza, pero no es una mujer que se lamenta".
Hubo una terapia, tan solo una que dice Yady, "la hizo llorar", Carolina le propuso escribir una carta. La carta del último adiós.
Publicidad
-Cuando escribí esta carta lloré mucho, cada gota de lágrima le caía encima. Al final con Carolina quemamos la carta, desde ahí me sentí muchísimo mejor. Desde ese entonces creo que con mi psicóloga no hablo más de esos temas.
"Fueron tantos los momentos vividos. Entre risas y llantos pasábamos nuestros días. Fueron muchas las situaciones que disfrutamos. Una compañera en la cancha, en cada una de mis jugadas. Te agradezco todo lo bueno y lo malo que me hiciste vivir. Jamás, jamás imaginé que te fueras a ir, ¿y qué más puedo decir?...son tantas cosas por escribir en esta carta, tantas. ¡Eras mi amiga!, no sabes cuánto me dolió que me dejaras. Adiós pierna".