A veces sucede que uno termina convirtiéndose en lo que tanto critica. Pues bien, ese es el caso de todos aquellos que vemos con cierto desdén a los que se pasan la vida mirando su Blackberry y ahora estamos en la ola de escribir a toda hora en los teléfonos móviles. Para el caso que nos atañe, Twitter se ha convertido en un elemento distractor, en una barrera que impide ver tranquilamente un partido de fútbol. En el estadio o donde quiera que se esté, muchos escribimos primero sobre un gol antes que celebrarlo o apreciarlo. Otras veces tomamos fotos o hacemos un video. Y eso resulta algo estúpido, digo yo. ¿Acaso no es mejor ver el juego, los detalles y disfrutarlo sin preocuparse por nada más? ¿No es mejor aprovecharse del fútbol para alejarse de esa maldita carrera por comunicar todo lo que pasa a nuestro alrededor? Nos convertimos en digitadores de lo que vemos, en comunicadores gratuitos de la información. La salvedad acoge a los periodistas que debemos informar en ocasiones vía Twitter, claro, pero para los demás no tiene tanto sentido si se parte de la premisa de que lo que quiere el aficionado es ver fútbol. Antes se trataba simplemente de prender el televisor, tal vez encender la radio, y observar los partidos sin distracción. Ahora todo es diferente. La tecnología está cambiando el comportamiento tradicional del aficionado y las personas. Hay que reconocerlo. La culpa no es de Twitter sino de no saber medir apropiadamente sus bondades. A mí me gusta mucho y no lo lamento. Creo incluso que se ha convertido en un vicio que tengo controlado. Disfruto de verdad de la interacción con colegas y con desconocidos que se unen a la misma causa de hablar de un partido. También aprecio las fotografías y comentarios de quienes viven el momento. Es bueno hacer parte de este ambiente. Recuerdo que Lula da Silva, el expresidente brasileño, dijo en medio de una pelea con Álvaro Uribe (una de las tantas que ha cazado en esta red social) que no usaba Twitter porque tenía que “pensar antes de decir las cosas, y muchas veces en el Twitter uno no piensa, simplemente escribe”. Lejos estoy de las posiciones que menosprecian la tecnología con lo que esto conlleva. Aclaró sí que también estoy muy cerca de las recomendaciones que llegan para saber cuál es el límite y cuándo este tipo de herramientas nos convierten en un estereotipo. El atrevimiento de mi parte es recomendar la calma tuitera (salvo cuando se trata de trabajo) para ver fútbol. Suele pasar que por andar escribiendo tanto en los pequeños teclados móviles uno se pierde de jugadas importantes, goles y de muchas cosas que rodean el juego, contando lo que sucede también fuera de la cancha, en las tribunas. Perderse eso, el contexto de un partido, resulta decepcionante. Lo que cada quien debe resolver es si quiere ver fútbol, ya sea en el estadio o en casa, para informar, leer, escribir o si prefiere vivir de verdad el espectáculo que está en el campo y no en los adminículos electrónicos… Razón tuvo el Papa Benedicto XVI al enviarle al mundo este mensaje que se resume en menos de 140 caracteres: no hay que reemplazar los amigos reales por los virtuales. Sin duda es mejor gritar un gol y abrazarse con alguien de carne y hueso que relatarlo con muchas oes y signos de exclamación en Twitter. En Twitter: @javieraborda
Actualizado: enero 25, 2017 02:44 p. m.