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¿Y la felicidad?

Me siento en oriental, esa mítica tribuna del estadio Atanasio Girardot donde todo pega más duro. Si llueve, te mojas hasta los tuétanos y si hace sol, entras como un albino y sales más colorado que Paul Scholes o más tostado que Gervinho. Allá tengo un combo familiar conformado por primos. Somos cuatro en total y a ello se suma el grupo de los otros hinchas de siempre donde se mezcla juventud con veteranía. A todos nos une algo que no nos suelta últimamente: nada que Nacional logra hacernos felices de nuevo. Yo entiendo que el equipo solo ha perdido un partido de la Liga Postobón, tengo claro que estamos a seis puntos de la clasificación cuando quedan quince en disputa, también veo que estamos en el quinto lugar, que el promedio de rendimiento bajo el mandato de Juan Carlos Osorio es casi de un 72%. Todo eso lo pondero, pero se los confieso, y no sé si interpreto un sentir general: siento un vacío con el equipo, que algo me falta, no me siento feliz cada vez que voy al estadio y de empate en empate salgo achantado. Los números muy lindos, sirven, pero el alma futbolera que tenemos los hinchas está vacía. Pienso a veces que los hinchas de Nacional por momentos  molestamos mucho. Lo escribía en otro post  en Blogverdolaga: con pocos minutos de juego y “puteamos” por todo, poco margen de error otorgamos, como dirían las tías: “somos a veces cansoncitos”. Y me incluyo, cae uno en eso pero es parte del hincha. No sobra hacer el ejercicio de mirar en qué clase de hincha nos estamos convirtiendo. El hincha paga y exige pero no sobra reflexionar si a veces nos pasamos. Miren que este equipo juega distinto en condición de visitante. Lo que para nada justifica que los jugadores se excusen en “el exceso de presión que sienten en el Atanasio”. Para mí, pataletas de unos señores a los que se les paga millones por jugar fútbol. Pero reitero, no sobra la reflexión. Contra Santa Fe la cosa es clara. Un primer tiempo para el olvido, el bostezo y la amargura. Un Nacional parco, sin vocación, con un par de remates al arco rojo y ya. El equipo sin dinámica, errático y confuso. Nos sacó de la modorra el golazo de ese crack que es Ómar Pérez. Nunca me había tocado ver un gol olímpico y menos aún había visto uno tan limpio y hermoso. Si uno no reconoce eso, por más que se lo hayan anotado al equipo de sus amores, mejor no ver más fútbol. Para el segundo tiempo apareció otro Nacional. Salió Fernando Uribe. Es una lástima, no cuaja en el verde, vamos en la fecha 13 y Uribe no engranó. Búsquele las explicaciones que quiera, pero por ahora la camiseta verdolaga le quedó grande. Nacional metió en su campo a Santa Fe, lo atacó por todos los lados y de todas las maneras posibles y logró el empate con otra pintura de nuestro crack: Macnelly Torres ¡Qué penal se fajó! Santa Fe con mucho amor propio logra el segundo gol. Una anotación que refleja aún el daño que le causa al verde el cobro de costado y la pelota quieta. Y de nuevo apareció el empuje de la hinchada. Lo reconoció el profesor Osorio, no dejamos de alentar. El área de Santa Fe era un campo de bombardeo. Y se juntaron dos factores: la inmensa actuación de ese joven arquero que es Camilo Vargas y el Festival Nacional del Desperdicio del Gol que fue Nacional. Murillo empata el asunto y hasta el último segundo del partido voló Vargas en ese remate de Mac. Nacional de nuevo no ganó en casa. Una casa que hoy ya no es un fortín, es el Palacio del Empate. Por eso no hay felicidad, no se gana y sin el factor victoria el hincha no puede estar feliz. Pero no importa, ahí estaremos de nuevo: con sol o con lluvia, aguantando lo que sea, incluso la falta de definición de nuestros jugadores. *Este texto también aparecerá publicado en Blogverdolaga. Seguir a @poterios !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0];if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src="//platform.twitter.com/widgets.js";fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document,"script","twitter-wjs");

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