Es difícil que Sao Paulo le quepa a uno en la cabeza. 20 millones de habitantes repartidos en una zona metropolitana que abarca 8.000 km², cientos de kilómetros de trancones, barrios muy elegantes y arribistas separados por una calle de sectores muy pobres... Esta ciudad, en la que llevo ya doce días es una capital de caos en donde un bus cuesta $3.000, los mismo que el metro, pero si vas a un sector periférico el pasaje puede subir a $7.200, (por no hablar de un taxi en el que una carrera que en Bogotá es de $5.000 acá vale seis veces más); en donde en cada esquina hay quioscos con miles de revistas, periódicos y libros que también te venden una gaseosa en lata a $4.000 o una cerveza a $5.000; en donde un almuerzo de los que en Colombia llamamos 'corrientazo', con sobredosis de frijol y arroz, no baja de los $11.000... Ahí es cuando uno empieza a entender por qué en la semana en la que arranca el Mundial los principales diarios brasileños no tienen en sus portadas noticias sobre la preparación de su selección o hermosas fotos sobre el ambiente de fiesta que uno como futbolero asumiría que se debería estar viviendo, sino que, por el contrario, traen duras informaciones sobre paros, manifestaciones, protestas y peticiones del gobierno de Dilma Rousseff para que los brasileños se comporten "a la altura del reto". En Brasil, donde el salario mínimo es el equivalente a $700.000 de Colombia, todo está carísimo y, además, las clases populares ven con esperpento cómo el gobierno ha despilfarrado US$15.000 millones en la realización del Mundial más caro de todos los tiempos. "Corrupción" es la palabra de moda y la larga lista de funcionarios destituidos en los últimos cuatro años la justifican. Sudáfrica 2010 costó US$6.000 millones en un país en el que no había estadios para fútbol ni infraestructura, y por eso apenas Brasil anunció ese año que su cifra iba a ser de US$10.000 millones muchos se preguntaron por qué; a fin de cuentas, en el país pentacampeón del mundo había estadios de talla mundialista que sólo necesitarían una remodelación. Sin embargo, en una combinación de populismo y malos manejos administrativos la cifra ya pasó de largo por los US$15.000 millones y, vergonzosamente, en la semana en la que arranca la XX Copa del Mundo de la FIFA, aún no se ha terminado el estadio inaugural. --- Me bajo del bus en la estación de Armenia listo para tomar el metro, pero la puerta está cerrada y sólo se ven carteles que dicen "Greve" (huelga). Desde la semana pasada los trabajadores del más eficiente e importante medio de transporte de Sao Paulo reactivaron una huelga de vieja data y hoy sólo funciona el sistema a un 50%. Quieren un aumento en sus salarios basado en en incremento del costo de vida, pero como me lo dijo un operario: "Si hay plata para robarse con el Mundial, hay plata para subir sueldos". El gobierno ofrece 8,7%, ellos quieren 12,2%, y con la inauguración del Mundial encima saben que tienen la sartén por el mango pues, como ya lo han demostrado en estos seis días, pueden paralizar a una ciudad que necesita de su Metro. Tanto así que la forma más fácil de llegar al Arena Corinthians, el estadio inaugural y aún en obra de esta Copa del Mundo, es en uno de sus vagones. El también llamado 'Itaquerao' por el sector en el que está construido, ubicado casi al extremo oriente de la ciudad, lo que lo hace muy lejos de casi todo, es también señalado como una fuente de despilfarro. Hagamos cuentas: Sao Paulo tiene al Morumbí, un templo del fútbol mundial que pertenece al Sao Paulo FC, al Allianz Parque (o nuevo Palestra Italia, recién inaugurado, gigante, hermoso, del Palmeiras) y al Pacaembú (este sí Municipal, viejo, pero una joya arquitectónica), todos con capacidad para más de 40.000 espectadores y, al menos los dos primeros, sin necesidades de mayores refacciones. Pero la organización propuso hacer un nuevo estadio para el Mundial y, en vez de gastarse un par de millones en la remodelación de lo que ya estaba, invirtió US$430 millones. Por cierto, a la hora que escribo esto, el escenario sigue en obras. Ahora bien, es indiscutible que esa inversión tendrá réditos a futuro pues es el nuevo estadio del Corinthians, uno de los equipos más populares del país, así que será una obra con vida; no como el Mané Garrincha de Brasilia. El fabuloso y monumental estadio de la capital brasileña costó US$900 millones, lo que lo convierte en el segundo más caro de toda la historia tras Wembley, con la sutil diferencia de que el de Londres es la casa de la selección inglesa, de las semifinales y finales de la mítica Copa FA, de la "Supercopa" de Inglaterra (Community Shield) y de la Copa de la Liga, mientras en Brasilia juegan el "temible" Brasiliense de Taguatinga y el no menos "legendario" Gama. Si no le suenan familiares, no hay lío, el primero está en la D y el segundo en la B, y ninguno lleva más de mil espectadores a su cancha, lo que va a hacer que el Mané Garrincha se vea particularmente triste con sus 72.000 sillas prácticamente vacías. Pero la molestia de los brasileños no se trata sólo de obras innecesarias y de sobrecostos en ellas (¿se acuerdan de las sillas del Mundial de Colombia 2011 que en una ciudad costaban tres veces lo que en otra? Acá es peor), hay un fuerte movimiento que reclama porque el Mundial afectó a sus integrantes directamente. Se trata de los "Sin techo", miles de brasileños, la gran mayoría pobres, que fueron desplazados por el propio gobierno que los sacó de sus casas para construir en esas zonas obras de infraestructura para el Mundial. Ellos, vestidos de rojo, arman protestas monumentales como la del jueves pasado que paralizó a Sao Paulo pues llegó hasta el Itaquerao , y ya amenazaron con boicotear la inauguración de la Copa este 12 si no les responden por viviendas dignas. Lamentablemente, la policía militar brasileña no ha respondido a la altura ante las protestas y, recordando sus días de dictadura y Operación Cóndor, se ha sobrepasado en muchísimos casos mostrando una brutalidad que llevó a que Amnistía Internacional se pronunciara (recomiendo ver este video ). Las calles están llenas de grafitis contra la PM y la Copa, y en redes sociales hay una invitación a una movilización general este 12 en todas las ciudades antes y durante la inauguración del torneo y el partido frente a Croacia. El discurso es claro: Brasil es el país del fútbol, pero el Mundial no es para el pueblo. Y como no lo tienen en cuenta, el pueblo se tomará las calles. --- Mi abuela llamó a mi mujer preocupada porque las noticias de disturbios ya llegaron a Colombia. No me lo dice, pero sé que ella, mi esposa, también está preocupada. Hay un Mundial, el de las marcas, el del deporte como espectáculo, el que nos gusta a los hinchas con su álbum, los partidos por TV, la sobredosis de información futbolera, las camisetas... pero en Brasil hay otro Mundial, el de las protestas, el de los paros, el de la gente gritando que el fútbol no lo puede ocultar todo, el que está logrando lo que tal vez nunca había pasado: que durante una Copa del Mundo se hable de algo diferente al show de la pelota. Por supuesto, ese segundo Mundial tiene su primer partido definitivo el 12 de junio, con la inauguración de la Copa. Ese día veremos si la marea de camisetas rojas, si los "grevistas" del Metro, si los opositores de Rousseff, si los que saben que todas las cámaras del planeta estarán en Sao Paulo, logran robarse el show. Noticias de estos dos Mundiales desde Sao Paulo en Twitter en @PinoCalad [gallery link="file" columns="6"]
Actualizado: enero 25, 2017 02:39 p. m.