En Argentina, los periodistas deportivos todavía se sorprenden cuando van 40 minutos del segundo tiempo de un clásico y han visto, como mucho, tres opciones de gol. Yo no entiendo por qué. A mí cuando me dicen que van a enfrentarse dos equipos grandes, inmediatamente me imagino un 0-0 aburridísimo.
Anoche, escuchando Boca – San Lorenzo en la radio, el comentarista decía que si a todos los futbolistas les ponían camisetas blancas nadie se iba a imaginar que eran dos de los conjuntos más importantes del país. No sé si llamarlo nostalgia o soberbia. Y ojo, en la cancha estaban futbolistas del talante de Juan Román Riquelme, Juan Manuel ‘Burrito’ Martínez, Ignacio Piatti y Leandro Romagnoli. Este último, un enganche con mucho talento, se hizo expulsar tontamente tras pegar una patada propia de un ‘5’ de balompié amateur. ¿Qué pasó al final? Un cotejo sin emociones y, naturalmente, sin goles. Horas antes, River Plate jugó contra Estudiantes de La Plata, el líder del campeonato. Claro que si el ‘Millonario’ ganaba se trepaba a la punta en solitario, algo que no conseguía desde 2008 cuando lo dirigía… Diego Pablo Simeone. No pasó. ¿Por qué? Otro 0-0 aburrido. Un bodrio, como les gusta decir acá. El cuadro de la banda roja parece ser alérgico al primer puesto. Ya es la segunda chance que pierde de mirar a todos desde arriba. Y es que River, el mejor local del torneo, cambia totalmente cuando va a jugar afuera de Núñez. No sé si tenga algo que ver que ‘Los Borrachos del Tablón’, o debo decir ‘Los mejores amigos de Ramón Díaz’ no puedan acompañar al equipo en condición de visitante. Porque ese es otro tema en Argentina. Antes, cuando los partidos eran malos, la gente se entretenía con los cantos de una hinchada a la otra. Ahora, con la prohibición del público visitante, ese plan B no existe más. Claro que no falta el extranjero que todavía se queda impresionado con la hinchada de Racing –que vale la pena decirlo: más que alentar a su equipo, se cantan a ellos mismos-, justamente uno de los equipos más difíciles de ver por lo mal que juega. Y siguiendo con Avellaneda, hay que ver cómo sufre Independiente, el que tiene el ‘estadio’ –o mejor dicho, las obras de un estadio- a tres cuadras del ‘Cilindro’. El Rojo no sufre sólo en lo deportivo –está en la B y pariendo por volver a Primera- sino también a nivel institucional, con un presidente que llegó con buenas intenciones, pero terminó siendo un inepto para dirigir un club tan grande y con tantos problemas y deudas que había dejado su predecesor, el corrupto Julio Comparada. Hace tres días, a tres horas del partido, los mismos futbolistas no sabían si jugaban por una deuda del club con los empleados. Una película de terror. O "un quilombo", como dijo su propio técnico Omar De Felippe, Ya que quedó clara la historia con los llamados ‘cinco grandes’, hay que hablar de los que les han mordido los talones y hasta arrebatado títulos en los últimos años: Vélez, Newell’s, Arsenal y Lanús. A excepción de los rosarinos, todos siguen en la Copa Libertadores, al igual que San Lorenzo. El ‘Fortín’ es de los más admirados por todos en Argentina, pero parece estarse contagiando de la irregularidad. Venía bien, hasta que le dio por perder tres partidos de forma consecutiva, dos de ellos contra equipos que están peleando por no descender. Newell’s perdió el clásico contra Rosario Central en su cancha y después hizo lo mismo frente a Atlético Nacional en la Copa. ¿Las consecuencias? Quedó afuera de la Libertadores y su técnico, Alfredo Berti, renunció. Ahora nadie habla del “Barcelona argentino”. Arsenal consiguió algo histórico hace poco: clasificar a los octavos de final del torneo más importante de América por primera vez en su historia. Suena bien hasta que uno mira la tabla de posiciones del campeonato local y tiene que bajar hasta el fondo para ver al cuadro de Sarandí en el último lugar con 10 unidades de 39 posibles. Pero ahí no termina todo. Gustavo Alfaro, ídolo máximo de la breve historia de este club, fue destituido de su cargo de entrenador esta semana por el presidente ‘Julito’ Grondona de manera abrupta. ¿La razón? Estaba adelantando diálogos con la selección de Paraguay para empezar a dirigirla a mediados de este año. Y, por último, Lanús. El cuadro de los mellizos Barros Schelotto es el único que se salva de todos. Ganó su partido de ida en casa contra el dificilísimo Santos Laguna por la Libertadores y, con un partido menos, está a tres puntos de la punta en el certamen local. A esta altura sería el único equipo digno de coronarse ganador del torneo de su país. Pero si hay algo que tiene el fútbol argentino es su impredecibilidad (sí, yo tampoco puedo creer que esa palabra exista). Aquí sale campeón el que sea y cualquiera le gana a cualquiera. “Eso lo hace emocionante”, dicen Grondona y sus amigos. No lo creo. En lo único que creo es en la cantidad de bostezos que vemos fecha tras fecha en este balompié que vive de su historia cada vez más. PD. Fernando Gago y Éver Banega, dos tipos con mucho talento que decidieron volver y ahora no se sabe cuál de los dos está jugando peor. Al parecer, el pésimo nivel del fútbol argentino es peligrosamente contagioso. Twitter: @pabloriosg