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El fútbol colombiano, nueva versión de Los Intocables

"Hay que ponerle fin a esa cultura ganadera de comprar jugadores baratos y posteriormente venderlos. Hay que seguir en el proceso de organizar el fútbol para que esas épocas en las que no se pagan a los jugadores y se anuncian millonarias ventas de jugadores y la plata no aparace, queden definitivamente superadas". La frase de Simón Gaviria, senador de la República y autor de la Ley 1445, más conocida como 'Ley del fútbol' pues con ella se está tratando de organizar a los clubes profesionales, no cayó nada bien en la dirigencia colombiana que, inmediatamente, sacó su carta de protección favorita, esa que dice "Intervención" con 18 signos de admiración detrás y que utilizan nuestros dirigentes cada vez que sienten que el gobierno se mete con ellos. La misma que, palabras más, palabras menos, quiere decir: no te metas con nosotros, somos intocables. Esta explicación la hice hace poco más de un año en la Revista Razón Pública, cuando aún faltaba la aprobación presidencial de la Ley 1445, y la reutilizo porque la historia con nuestra dirigencia es cíclica: si el gobierno quiere ponerlos en orden, ellos apelan a la FIFA para amenazarlo. El fútbol es una actividad económica particular. La FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) es el máximo regente del negocio y entre sus principios está que ningún gobierno particular se puede meter en su campo. Si la FIFA siente que alguno de sus socios (y la Federación Colombiana de Fútbol lo es) está interviniendo (y el verbo ‘intervenir' es clave) puede actuar desafiliando al país, lo que significa que éste no puede participar en ningún evento futbolístico internacional, con lo que se le da un golpe maestro a la afición de ese país con gobierno ‘intervencionista': te metes con nosotros y nosotros te echamos encima a tu propio pueblo, ávido de fútbol y de espectáculo. Por supuesto, el fútbol es una industria -y por cierto muy rentable. Pero durante muchos años su reglamentación ha sido arbitrariamente ignorada en Colombia, en parte por negligencia del Estado, en parte porque mal que bien el espectáculo seguía marchando y muchos consideraban que tenía la capacidad de solucionar sus problemas por sí mismo. Por pensar así, el narcotráfico encontró un nicho ideal en el fútbol para lavar activos desde finales de los 70, y por eso han aparecido constantemente los nombres de diferentes clubes en los múltiples procesos de extinción de dominio de los bienes de todo tipo de capos en los últimos 20 años: los equipos necesitaban plata y, como nadie los supervisaba seriamente, los narcotraficantes -y luego los paramilitares- entraron con los bolsillos llenos. Esta es una de las principales razones por las cuales el fútbol profesional colombiano vive la crisis financiera que vive: económicamente muchos clubes son inviables y muchos ya no tienen el mecenazgo ilegal de antaño, pues el gobierno se puso serio... pero no tanto. De ahí que las deudas estén por las nubes, que las cifras multimillonarias de patrocinios y préstamos no alcancen, y que sean cada día más visibles las protestas de los jugadores por falta de pago de sus salarios y sus parafiscales. Veamos el caso del Once Caldas: estaba a punto de desaparecer y, gracias a la laxitud de la Superintendencia de Sociedades y de Coldeportes, logró tener aliento para encontrar ese maravilloso salvavidas que es Kenworth de la Montaña. Pero no todos son tan de buenas como el Once, Millonarios (tal vez el mejor ejemplo de cómo el gobierno mira para otro lado mientras pasan cosas en un equipo que son inadmisibles administrativa, legal y éticamente en otra empresa), Junior o Nacional con sus grandes socios capitalistas. El fútbol colombiano, parafraseando a Gaviria, sigue siendo una gran planicie en la que cada uno maneja a su equipo como una finca en la que muchos no saben cuántas vacas tienen y otros saben que hace rato que les deberían haber embargado hasta las gallinas, pero tienen claro que nunca va a pasar. A fin de cuentas, el dueño del negocio no es el gobierno, es la FIFA, y a ella pueden acudir los "latifundistas" cada vez que se sientan investigados. Claro, tampoco ayuda que el senador que encabeza la investigación a nuestro fútbol sea el mismo que no se lee los proyectos de ley que le pasan. Bedoya y compañía, a diferencia de él, son expertos en letra menuda... Discutámoslo en Twitter: @PinoCalad

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