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Emociones y mediocridad en el fútbol colombiano

El narrador-comentarista gritaba en vivo que al Independiente Medellín no se le podía descartar de su clasificación, que los antioqueños eran gente pujante, echada pa´ delante y que las montañas del departamento vibraban con el tanto que daba la ventaja 3-2 sobre Once Caldas y, en ese instante, el paso del DIM a los cuartos de final del campeonato colombiano. Pocos minutos después, Once Caldas hizo dos goles y sepultó en la derrota al Medellín , un equipo que como todos los de nuestro país está acostumbrado al vaivén de los resultados. A ganar y perder sin sentido y, a pesar de eso, a soñar con el título de un torneo que se precia de ser el mejor de Colombia.   Nacional es otro ejemplo de las malsanas permisividades del campeonato. No le pudo ganar en la fecha 17 al descendido Pereira y visitó al Itagüí en la última jornada, aún con posibilidades de clasificar. El campeón, con ese halo que de nada sirve en la cancha, fue incapaz de lograr su cometido, se fue derrotado y con el lastre de haber aspirado antes a ganar puntos en una demanda contra Quindío (totalmente válida y justificada, a mi parecer) para seguir con vida. Otro caso es el de América, un cuadro sentenciado de antemano a jugar la Promoción y que le hizo ganar a su técnico, Wilson Piedrahíta, su Mundial personal, como él mismo lo dijo. Los rojos de Cali golearon al Tolima en Ibagué y, a pesar de tener una diferencia de gol negativa (-2), obtuvieron el pase para jugar por la estrella. La opción de que un equipo descienda y sea a la vez campeón se vuelve a padecer, esperando que nunca suceda. Por el bien de todos, salvo los americanos, digo. La interpretación desde el dial Los gritos durante la transmisión de la última jornada en Caracol Radio fueron constantes. Hay que decir que no solo fueron del comunicador de Medellín, que no es su culpa, que su nombre no es lo que importa, que sucede en casi todas las emisoras del país y que esa característica de espetar alaridos desde el micrófono gusta a muchos hinchas que, según el caso, se creen más la palabra emoción que mediocridad antes que preferir hablar de calidad. A muchos les gusta el torneo tal cual está hoy, con 18 equipos (pensar en más participantes es insensato). Hay quienes incluso llegan al éxtasis con este rentado que le abre la puerta a las clasificaciones sin esfuerzos denodados. Eso está bien para los que piensan que es mejor haber besado a diez mujeres feas que a una bonita, porque si lo que quieren en la Dimayor es emoción más que un mejor nivel de competencia, entonces ya no es suficiente que clasifiquen ocho sino diez equipos. Para ser mejores a nuestra medida, no necesitamos jugar una liga de un año como en España, ni siquiera una de seis meses como en Argentina. Es tiempo de empezar a clasificar únicamente a los cuatro primeros, como pasó el año pasado por el Mundial de Sudáfrica . Tal vez así desde un comienzo los equipos busquen la parte alta de la tabla y no se acostumbren a soñar tanto en medio de sus pesadillas. En Twitter: @javieraborda

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