La mediocampista santandereana fue la primera futbolista colombiana en hacerse profesional y jugar una Champions. Aunque acumula muchas medallas, quiere seguir dejando su huella en el fútbol.
"Siempre he hecho historia en todo lo que he hecho y quiero ser campeona", dice a la AFP en su casa en Duitama, en las montañas del centro del país, donde se concentra el equipo Patriotas del departamento de Boyacá, del que es referente indiscutible.
Esta volante de 23 años, que pasa el tiempo leyendo biografías de deportistas como Cristiano Ronaldo, a quien considera una "máquina", o al escritor Paulo Coelho, que le "ayuda psicológicamente mucho", se prepara para el nuevo reto entre feliz y extrañada.
Ya no debe tener en cuenta la diferencia horaria para hablar con su familia, como cuando estaba en Europa: ahora les recibe en casa y sus amigos le dicen que van a verla jugar.
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Pero llegar aquí no ha sido fácil. Luchó tanto por la creación de la liga profesional en Colombia, como lo hizo desde muy pequeña por poder jugar al fútbol, algo que logró gracias a la insistencia de su hermano mayor, que le hacía repetir jugadas de "los galácticos", y pese a la oposición de su padre.
"Mi papá me pinchaba los balones con un cuchillo", cuenta. Pero el día en que la vio jugar por primera vez hizo tres goles. "Quedó como anonadado y desde ahí es mi fan número uno", recuerda sobre ese episodio en su ciudad natal, Bucaramanga, cuando tenía apenas ocho años.
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Luego vino la separación de la familia a los 12 años, cuando tras ser rechazada en la selección local se fue a jugar a Tolima, a 500 kilómetros de distancia, y también los días de "dar clases de fútbol" en las calles para pagarse el autobús. Tanto esfuerzo tuvo su recompensa: a los 14 años integraba la selección colombiana y a los 19, el club brasileño Piracicaba.
"Sentía que estaba conquistando algo que no había logrado ninguna persona en un país tan machista", dice sobre ese primer contrato en 2012.
"Cualquier niña hoy en día puede lograrlo, muchas de mis compañeras juegan en el exterior y es una felicidad abrir una puerta", apunta.
A esto se sumaron otras conquistas en equipos de Suecia, Noruega, Estados Unidos e Italia, así como en cuatro mundiales con la selección. Y ahora la liga femenina.
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Rincón se dedicó a "pelear la liga profesional, que a la postre se consiguió porque ella se unió con dos o tres jugadoras e hicieron el lobby", señala el DT Mauricio Galindo durante un entrenamiento en Tunja, Boyacá.
De botines amarillos y centro de las miradas y halagos de sus compañeras, Yoreli es la última en incorporarse a la práctica esa mañana, porque estaba recibiendo una donación para el equipo de las autoridades regionales.
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"Siempre había pedido una liga de mujeres y ahora que salió, no estar para mí sería una bobada, porque peleas por algo y cuando te lo dan no puedes no disfrutarlo", cuenta.
Pese a que en el exterior ganaba más dinero, Yoreli no dudó en regresar a Colombia para impulsar la Liga Femenina, que según ella "es muy cara", aunque cuesta 15 veces menos que la masculina.
El torneo, que comenzará el viernes con 18 equipos, durará solo seis meses y tendrá un formato distinto al masculino: se jugará una fase de grupos, seguida por cuartos de final, semifinales y final.
Sobre su firma con Patriotas no duda en afirmar que tiene mucho de gratitud. "El presidente, César Guzmán, me conoció cuando yo tenía 14 años y (...) no tenía para los transportes, la alimentación y él me apadrinó", cuenta.
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Guzmán le devolvió el gesto permitiéndole armar el equipo. Así, cuatro de las extranjeras del club son brasileñas conseguidas por la propia Rincón. También hay una venezolana y una ecuatoriana.
"Todas queremos ser como ella", dice Carla Da Silva, portera brasileña de 19 años.
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La venezolana Natasha Rosas, de 23, que disfruta dando "el máximo" en los entrenamientos, coincide: "Es un honor jugar junto a Yoreli".