Tras leer un artículo del diario El Espectador, titulado “En el Campín mandan los barrasbravas”, donde recopila el testimonio de varios asistentes al partido entre Millonarios y Atlético Nacional, quienes afirmaban haber sufrido discriminación al interior del recinto deportivo, junto con lo que yo mismo pude constatar, ya que asistí al evento, he decidido escribir esta pequeña reflexión sobre hasta dónde la rivalidad entre los dos equipos más grandes de primera división, ha pasado a ser un odio, diría casi que irracional, entre simpatizantes de sendos equipos. Antes de empezar, me gustaría precisar que no hay nada más malo que el hecho de generalizar, y que por tanto no todos los hinchas azules realizan estos penosos actos de los cuales fui testigo. Porque así como habemos quienes queremos vivir la fiesta del fútbol en paz, hay otros que dejan mucho que desear. Desde el momento en que bajamos por el puente de Transmilenio se podía ver la prevención en algunos hinchas, ya que estaban en estado de alerta, si se puede llamar así, ante cualquier posible infiltrado. Ya una vez dentro del estadio, la cosa fue a mayor. Yo me encontraba en la localidad occidental lateral sur alta, asistí con mi mamá y un amigo. De un momento a otro, se empezó a escuchar un montón de improperios hacia los paisas, el cual provenía de la tribuna oriental, sector norte. Se podía ver un tumulto de gente; habían encontrado un Paisa en la tribuna, y le estaban pegando entre varios hinchas, la policía aledaña al sector corrió rápidamente al sector para rescatar así al hincha infiltrado, quien salió escoltado por la policía bajo una lluvia de insultos. Más adelante vendrían escenas más vergonzosas. El papelón no había hecho más que empezar. Un rato más tarde, ocurrió un caso similar, también en la tribuna de oriental, sólo que en el sector central de la misma. La diferencia respecto al caso anterior, es que fuese por la proximidad policial al sector, tratarse de una mujer, o lo que sea (no lo sé con exactitud) la persona infiltrada fue retirada del recinto deportivo solamente tras recibir insultos. Cuando salió Atlético Nacional a hacer su calentamiento, fue como si la gente descargara toneladas de odio acumulado hacia unos jugadores que lo único que hacen es jugar en uno de los máximos rivales. Se repitió la escena que recoge el diario El Espectador en su artículo previamente mencionado en el testimonio al ex jugador de Independiente Santa Fe quien dice “el insulto más bajito fue HP...”, pues bien, yo alcancé a escuchar gente que le deseaba la muerte a los jugadores. Sinceramente, sentí vergüenza ajena. Una vez comenzado el encuentro, las barrasbravas entonaban un cántico bastante reconocido, en el cual se burlan de la muerte del ex defensor colombiano Andrés Escobar Zaldarriaga, quien desafortunadamente fue asesinado por sicarios tras su autogol en el mundial del 94. Había quienes sólo atinaban a seguirles el ritmo. Justo en este momento, ya que estoy narrando todo lo que observé en orden cronológico, entran las dos escenas más vergonzosas, penosas y bochornosas que pude haber visto y haber tenido conocimiento del día de ayer: la primera sucedió en el estadio, en el entretiempo, en la misma tribuna donde yo me encontraba. Repentinamente se presentó una lluvia de insultos hacia una persona a quien, en principio, no pude identificar quién era, pese a que una gran multitud les señalaba. Luego, de un momento a otro, entre un montón de personas, se levanta un hombre, quien bajo los gritos de “fuera, fuera, fuera” y uno que otro insulto, levanta un niño pequeño quien, al igual que su padre, no llevaba camiseta de Millonarios; el niño no tendría más de 6-7 años, y pese a ello, la gente no dejaba de insultarles y pedir su salida. Del segundo episodio bochornoso tuve conocimiento al llegar en la noche a mi casa, tras entrar a redes sociales para revisar lo acontecido en el partido: por redes sociales pude ver un video en el cual un grupo de hinchas en la tribuna oriental popular sur, hacían lo posible para que un hombre hincha de Millonarios, quien portaba su camisa, fuese retirado del estadio, por el hecho de que dicho hombre había asistido con sus dos hijos, quienes no llevaban ninguna camiseta o prenda alusiva al equipo capitalino. Dichos niños, a mi parecer, no superan los 7 años de edad. ¿Hasta dónde hemos llegado como sociedad cuando desde antes del partido se empieza a generar violencia con el simple uso del lenguaje en redes sociales? ¿Hasta dónde hemos llegado cuando desde antes de ingresar al estadio se empieza a “hacer cacería” a posibles hinchas de Atlético Nacional? ¿Hasta dónde hemos llegado, cuando la rivalidad deportiva pasa a ser un factor de odio, xenofobia y violencia en las tribunas? ¿Hasta dónde hemos llegado cuando se hacen cánticos ofensivos sobre un hecho desafortunado como el asesinato de una persona por haber cometido un simple error? ¿Hasta dónde hemos llegado como sociedad cuando se le desea la muerte a un jugador, que lo único que ha hecho es jugar en un equipo rival para así poder ganarse la vida y sostener a su familia? ¿Hasta dónde hemos llegado cuando ni siquiera los niños, quienes –quizás- apenas están teniendo sus primeros contactos con el ambiente del fútbol, se salvan de los insultos, la discriminación, el odio, y la xenofobia? Sería bueno que todos los hinchas que participaron en estos penosos hechos, recordaran que esto es un deporte, y que por tanto la rivalidad se queda en la cancha. No hay motivo para hacer esto, ya que a la larga esto sólo genera más violencia, lo cual corrompe nuestra sociedad. Por: Santiago Acosta González // @saacgo
Actualizado: enero 25, 2017 12:00 p. m.