El máximo torneo continental de clubes en Suramérica se ha caracterizado a lo largo de las 53 ediciones ya disputadas por ser una competición con algo más que “buen fútbol”, es una guerra deportiva que exige a sus participantes tener elementos intangibles que sobrepasan el trabajo táctico y la técnica de sus jugadores. La Copa Libertadores de América es un torneo que se juega con carácter. Carácter: Fuerza y elevación de ánimo natural de alguien, firmeza, energía. Definición de la Real Academia de la Lengua. Todos los resultados negativos de nuestros equipos colombianos pueden presentar motivos y reacciones diferentes, pues cada uno afronta su reto con herramientas y contextos totalmente opuestos; pero ahora, en el 2014, con equipos obligados por lo menos a “sonar” en la élite y que llegan a su última fecha en situaciones adversas, hay que hacer un alto en el camino y buscar más allá de los nombres y los números. Y es que para jugar fútbol se necesita tener el corazón fuerte, sobre todo cuando se tiene encima la tradición e historia de un equipo que busca el reconocimiento internacional. Han sido pocos los elencos colombianos que con títulos o sin ellos han dejado huella, con uno u otro estilo, pero siempre con la firmeza futbolística de los inolvidables. Solo por recordar. Nuestros únicos dos campeones continentales se asemejan en poco y nada en cuanto a nombres y estilo. El primero tuvo show, toque-toque y goles, fue uno de los primeros pasos para las buenas épocas del fútbol nacional; el segundo tuvo táctica, fuerza y astucia, representó el gran golpe del fútbol colombiano, con menos, al balompié continental. Ambos tuvieron mucho amor propio, representado sobre todo en el hecho de saber imponer su estilo, de creer para luego crear. Luego, hubo equipos nacionales que sin títulos, lograron despertar la ilusión de propios extraños con fútbol y coraje. Podemos recordar en los últimos años al Deportivo Cali subcampeón en 1999, un equipo de jugadores que apenas forjaban su condición de superlativos y otros que ya habían puesto su corazón al servicio del fútbol como Mario Alberto Yepes, Martín Zapata, “Carepa” Gaviria, Gerardo Bedoya; Mayer Candelo y Víctor Bonilla. Cabe remembrar también el Deportivo Independiente Medellín del 2003, el equipo sin delantero definido con más volumen de ataque que vi, en varios años de fútbol local. La personalidad de Amaranto Perea, Felipe Valoy, “Choronta” Restrepo, David Montoya, Tressor Moreno, Mauricio Molina y otros, unieron al país, o por lo menos, lo hicieron identificarse con una buena muestra de capacidad. Finalizo la mirada al retrovisor, con un equipo que aunque no tiene registro tricolor, lo sentimos propio como pocos. El Boca Juniors de Carlos Bianchi se contagió del carácter colombiano impregnado por Óscar Córdoba, Jorge Bermúdez y Mauricio Serna; aunque la magia y los goles eran obra del 10 y el 9 argentinos, en algo de mística y carácter creció La Bombonera con el aporte de los nuestros. Y con esto no me refiero solo al popular “huevo” añorado por la tribuna popular en los últimos años; es la condición necesaria para echarse un equipo al hombro, para definir con delicadeza de visitante, para convertir el último cobro desde el punto penal de la serie que está empatada, para que no pese la cinta de capitán… Como dicen los argentinos en una buena tonada: es cuando “sobran las bolas, de matarla con el pecho y no tirarla afuera”; algo saben de carácter los del sur del continente. El carácter representa la condición de poner la cara para recibir el golpe y luego poner el pecho y las piernas para darlo. El jugador que forjó esta condición, suele ser el amigo del grupo pero invisible a la tribuna o el reconocido héroe tatuado por los más creyentes. Dijo alguna vez el periodista deportivo Heywood Hale: “El deporte no construye el carácter. Lo revela”. Quedamos atentos, jugadores de Atlético Nacional, Deportivo Cali e Independiente Santa Fe. Esperamos sus revelaciones. Por: Santiago Aristizábal Pino Periodista y Comunicador Deportivo @tiagoaristi
Actualizado: enero 25, 2017 11:58 a. m.