Le leí a mi primo Juan Esteban un resumen contundente de lo que fue el partido de Nacional ante Emelec: “Desde que tengo uso de razón y memoria, nunca había visto que mi equipo no llegara ni una sola vez al arco”. Contundente. Sí, salvo ese cabezazo incómodo de Alejandro Guerra que se fue por arriba del arco defendido por Esteban Dreer, nada más pasó para Nacional a nivel ofensivo. Lo de anoche no fue una derrota común, de esas que uno digiere con facilidad. La de anoche fue una de esas derrotas “corta-esperanza”, “pone-desánimo”, “quita-alegría”. Lo menos grave fue perder, lo más grave fue el cómo y, ver con resignación, que eso es lo que hay y que la cosa está muy nublada para enderezar el camino. Nada peor que un borrego adulador, de esos que adulan y adulan y no paran de adular. Mi respeto hacia el profesor Juan Carlos Osorio se basa en eso: el respeto para adular cuando fuimos los mejores y el respeto para decirle que hoy, tras el juego de anoche, no tuvimos vergüenza deportiva frente a la historia y grandeza de nuestro club. Osorio me ha callado la boca, me ha enseñado de la vida, me ha enseñado a tener paciencia futbolera, paciencia de vida, me ha transmitido legados a través de este deporte que muchas situaciones de mi vida no han lograron. Pero hoy, parte de esa enseñanza y respeto, es decir: Profe, la cosa no va bien, hay que enderezar. Sabemos de sobra que este Nacional un día está arrastrándose por la calle como un mendigo tras una mala racha, y al otro día lo vemos impecable, de frac, con sus mejores prendas luego de una buena presentación. Pero la sensación tras lo visto en Ecuador castra hasta esa opción. Y la castra hoy, el domingo luego del juego de Día de Madres ante Santa Fe, no lo sé. Lo de ayer quebró muchas cosas. Ver a ese Nacional sin una idea creativa, ver la zona defensiva sosteniendo el partido a punta de piezas de Lego, y ver que con el balón en su poder, el equipo no es importante, es factor de impotencia pura. Y lo sabemos, sin saber qué hacer con el balón, nadie es nada. Esa premisa estará vigente por los tiempos de los tiempos, así usted juegue con el sistema que le dé la gana y con los “movimientos de ruptura” que se quiera inventar. Todo fue un desastre ante Emelec. La actitud, el nivel de los jugadores, las decisiones del cuerpo técnico. Nadie se salva. Pero si queremos tener bondad, salvemos a Camilo Vargas y lancemos un salvavidas para Óscar Murillo. El primero porque evitó más goles y el segundo, porque a pesar del error en el primer gol, tuvo valentía y entereza ¿El resto? No me voy a centrar en nombres, menos aún en insultos, simplemente: no se salva nadie. Ya la parte de las decisiones del segundo tiempo: Valencia de enganche, Copete de lateral, Manga que salió lesionado y nadie lo extrañó (les confieso que me enteré hoy que había salido lesionado), todo hace parte de la debacle. Horrible jugó Nacional, horrible imagen dejó ante el continente. Esas derrotas sin adjetivos que la rescaten de la amargura, esas duelen como nada más pueden doler ¿Optimismo? No hay. Sé que hay revancha. Este cuerpo técnico, esta era que vivimos con Nacional, ha demostrado que sabe pararse. Pero a veces eso desgasta, lo que queremos es estar siempre de pie. Estas derrotas donde perder es lo menos grave, esas son las que rompen la esperanza. Seguir a @poterios
Actualizado: enero 25, 2017 02:48 p. m.